Ya han pasado cinco años desde que el 14 de marzo del 2020, Pedro Sánchez declarara el «Estado de alarma» con el que confinaría a todo el país para intentar detener o disminuir los contagios por Covid-19. En el 2009 algo similar pasó en lo que era el DF, ahora Ciudad de México, con la gripe A, por lo que la noticia me resultaba familiar, no me sorprendía, solo que esto se estaba haciendo global. Todos los países uno tras otro tomaban medidas similares. Parecía muy serio lo que pasaba.

Las primeras horas de lo que sería un largo confinamiento nos tocaron en la lavandería, en el tiempo de espera de la lavadora. Por lo que aprovechamos para pasear, por eso relaciono las lavadoras con la pandemia. Desde entonces para mí, el tiempo se ha relativizado y lo he dividido en antes y después de la pandemia, algo así como por ejemplo, este año 2025 es el 5 dp.

Los meses más duros, cuando moría tanta gente, no dejaba de pensar en mis abuelas, en que quería ir a México y verlas de nuevo. A una de ellas ya no pude, tan solo le llevé flores a su tumba un mes después de su muerte, pero no por Covid, sino por afecciones varias.

Fue un tiempo muy triste, muy raro, y lleno de privilegios para mí, porque vivir el confinamiento y la pandemia aquí en España, en este pueblo pequeño y con la protección que el gobierno y la Xunta nos dieron a muchxs autónomxs, además con todos los servicios, sanidad y vacunas, a la vuelta de casa. No tengo nada de qué quejarme, ni protestar en lo vivido en primera persona.

Pero sí en lo colectivo, quedan pendientes cientos de miles de regularizaciones extraordinarias de muchas personas que lo pasaron mal, que no se pudieron proteger, queda pendiente asumir las responsabilidades de todo tipo, por las 7291 muertes en residencias madrileñas, y queda pendiente sacudirnos el egoísmo y las violencias de las que la ultraderecha fascista lleva por bandera y que se despertaron al mismo tiempo que la pandemia.

Lavar, secar y guardar la ropa, sigue siendo rutina, casi siempre pienso en la pandemia y casi siempre paseo conjugando el ahora.

Augusto Metztli.

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