El domingo 29 de diciembre sobre las 16 horas, Mahmoud Bakhum «se ahoga» en el río Guadalquivir. Él procedía de Senegal, tenía 43 años y previo a su muerte estaba vendiendo productos en la calle con sus otros compañeros «manteros». Todo sucedió a partir de una persecución policial.

Murió en extrañas circunstancias, la mayoría de los periódicos publicaron la versión o diversas versiones que dio la policía local y el ayuntamiento. Las versiones de amigos y familiares se van conociendo ahora pero con mucha menos repercusión mediática.

Como siempre sucede con la muerte de los cuerpos negros, es tratada con indiferencia, crueldad, con racismo y xenofobia, y lo último que se busca es la verdad, la justicia y la reparación. Su muerte refleja el racismo del estado español.

Cada año se repiten las violencias a los colectivos migrantes y racializadxs, como Henry en Coruña en el 2023, o las 37 muertes en la frontera sur con la complicidad de las autoridades españolas, o en circunstancias muy similares como le pasó también a Mame Mbaye en el 2018 en Madrid.

Mantas vacías, mantas con cuerpos negros.

Augusto Metztli.

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