Ayer salí a dar un paseo para hacer unas fotos. Cuando me dirigía al sitio en el que iba a aparcar el coche vi a un hombre alto, negro, vestido con ropas viejas, sucias y rotas. Iba caminando por el pequeño arcén de la carretera y en una de sus manos sujetaba algo que de lejos parecía ser un animal. A medida que me fui acercando, no solo pude comprobar que, en efecto, se trataba de un animal, sino que pude ver qué tipo de animal era. El perro, muerto, tenía el vientre abierto; sus vísceras colgaban y eran arrastradas por el asfalto. El hombre miraba a un lado y otro de la carretera, esperando una oportunidad para cruzar. Su cara parecía desencajada. Más tarde, cuando regresaba de mi paseo con unas cuantas fotos en la memoria de mi cámara, volví a ver a aquel hombre. Estaba al final de un campo, cerca de unos árboles. Había encendido un fuego.
Fernando Prado.