En algún punto, los arquitectos cambiaron el «firmitas, utilitas y venustas» por el «divinos, omnipotentes y sabelotodo», y otros tantos además se hicieron codiciosos y vanidosos. Olvidando que el fin (último) de la arquitectura es resolver necesidades y solucionar problemas de convivencia entre nosotros y el medio, no crearlos.
Yo he visto dos grandes tragedias financiadas por gobiernos y dirigentes soberbios. Una es la destrucción del centro histórico de Guadalajara en México, por Díaz Morales; y la otra, es la destrucción del monte Gaiás en Santiago de Compostela, a cargo de Peter Eisenman. Ambos creyeron que lo hacían bien.
Augusto Metztli.