No voy a repetir una vez más las escandalosas cifras que circulan por los medios de comunicación. Solo quiero proponerte el siguiente ejercicio:
Imagina que tu pareja está en el paro desde hace casi 3 años y que ya no percibe la prestación por desempleo ni ningún tipo de ayuda económica. Tu trabajas 6 horas al día y ni siquiera cobras el sueldo base, tienes un contrato temporal y sabes que en cualquier momento te pueden decir que no hace falta que vuelvas mañana. Tus padres fallecieron hace tiempo y tus suegros son los que de vez en cuando y con mucho sacrificio os ayudan con los gastos. Te han cortado la luz varias veces. No tienes teléfono en casa, solo un móvil que utilizas para lo imprescindible. El pasado invierno no pudiste poner la calefacción y solo encendías una pequeña estufa en la habitación de tu hijo antes de que se fuera a dormir. Sí, tienes un hijo. Un hijo que alguna que otra vez te pregunta por qué no le puedes comprar unas zapatillas nuevas para jugar al fútbol, por qué no puede ir de excursión con sus compañeros, por qué ya no hay yogures en la nevera. Un hijo al que no puedes alimentar correctamente, al que tienes que explicarle (apelando al ingenio) que sois pobres, que estáis ahogados y que no sabéis cómo salir de la difícil situación en la que os encontráis.
¿Te lo has imaginado? Desesperante, ¿verdad?.
Esa es la realidad de muchas familias en este país.
Y una cosa más. Imagina que vives en una de las Comunidades Autónomas que no abrirán los comedores escolares durante las vacaciones de verano (sólo cuatro lo harán) porque el político de turno dice que eso sería discriminatorio para los niños.
Fernando Prado.
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