Casi nadie condena el uso desproporcionado de la fuerza por parte del ejército israelí, y el que lo hace apenas susurra; los líderes de las grandes potencias parecen estar ciegos ante las repetidas violaciones de los derechos humanos por parte de Israel; nadie escucha cómo explotan las bombas cuando caen sobre la población civil. El mundo está ciego, sordo y mudo.
Tal vez los niños palestinos sueñen con poder arrancar ese trocito de tierra en el que malviven y colgarlo de la luna, a lo mejor allí podrían vivir en paz y con dignidad.
Fernando Prado.