Ventanas de férreas cuadrículas que dicen proteger a quienes viven tras esas paredes centenarias ajenas al mundo real. Ventanas con pinchos amenazantes, que atacan a quienes dicen ayudar rezando. Ventanas sin rejas en los pisos superiores, para estar más cerca de ese dios, que en su nombre tanto daño se ha hecho.

Hábito de Santa Rita para enlutarse sin haber muerto nadie. Hábito para remediar lo im-posible. Hábito para verse más tristes. Hábito para hurgar en las heridas personales. Hábito para aparentar ser más devota.

Lazo azul de hombre, de puro macho, como dios manda. Lazo rosa de mujer, de niña débil, de joven amargada.

Rita insultada, negada, maltratada, sumisa, sola, cegada por ese dios que dicen que existe.

Mujeres motivadas por la mentira que mueve montañas, esa sagradísima mentira por las que se dejan mutilar sus virginales melenas, entre otras órdenes machistas que aceptan sin rechistar. Mujeres engañadas que no ven más allá y viven en el pasado. Mujeres menstruantes negadas de todo placer, del cuerpo, del sol, del aire, del mar. Mujeres a las que se les llaman madres, por ridícula e hipócrita tradición.

Dicen que es una fe especial, la típica llamada de un señor, pero entregan su vida, esa única vida que tenemos, para vivir encerradas, escurriendo su tiempo con oraciones al aire. Evidentemente es algo que solo ellas pueden entender, respeto su decisión pero no la comparto, y me pregunto: ¿sería pecado mortal si por un solo día dejaran sus santas melenas al aire?

* Inspirado en las ventanas inferiores del convento de clausura de Vista Alegre (Vilagarcía de Arousa) donde celebran el día de Santa Rita.

Marthazul.

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