Las interpretaciones y reinterpretaciones de los libros sagrados han sido el más eficiente holocausto para la mujer. Durante miles de años los arquetipos y símbolos de las palabras de dios se han encargado de someter y anular a la mujer, incluyendo todos los hechos biológicos que le pertenecen. Sin profundizar en el tema, tan solo con los iconos y símbolos evidentes, se puede dar cuenta de ello. Una conspiración milenaria entre dios y el hombre para, desde el dogma, la fe y la violencia, someterlas divinamente.
El origen bíblico de Eva, tozuda, inconforme y caprichosa, es la mujer responsable de esa lacra llamada «trabajo», de parir con dolor y de la expulsión del «paraíso», ingeniería biológica diseñada desde el genoma de un hueso para acompañar al hombre. María (sí, la virgen) no disfrutó follando la fabricación del mesías, porque la sexualidad humana es sucia. Evidentemente parió con dolor al salvador del mundo, hijo ingrato que jamás le llamó «madre», siempre «mujer», y fue privada de lo más digno que puede tener un ser hecho de átomos de carbono, pudrirse después de muerto y seguir formando parte del mundo. Y así podemos engrosar la lista con la censurada menstruación, el cabello, la toma de decisiones, los cargos de responsabilidad dentro de las diversas religiones, etc.
Y llega a nuestros días unido a colegios concertados, a partidos políticos católicos, a órdenes religiosas, a asociaciones ultraconservadoras, a idiotas como Rouco Varela que llenos de ignorancia continúan con la encomiable labor de anular a la mujer en nombre de dios.
Por eso digo que el mejor amigo de la mujer es el diablo.
Augusto Metztli.
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