Sobre Doulas, placentas, caníbales e informes desinformados

De doulas... -internet-

Abro los ojos con estupor al leer lo que el consejo superior de enfermería publicó en un informe en el cual se abordan las competencias de las matronas y las tareas realizadas por doulas.

Al margen de cualquier opinión que podamos tener acerca de si doulas sí, doulas no, intrusismo e intrusos, creo que debemos mirar más allá de lo que leemos a simple vista en este informe.

En el Informe de Doulas, al cual presentan como «Toda la verdad», se vierten de forma absolutamente descarada acusaciones de delitos serios. Sí señores, delitos, canibalismo, inducción al sectarismo (sí, ya que estas mujeres, según dicho informe, conforman sectas), y esto es un delito en sí mismo.

Pero además, en el informe se niega una realidad que sufren muchas mujeres, porque se niega la violencia obstétrica, violencia que, si bien en nuestro país no está tipificada como tal, existe, y la recogen en su legislación otros países como Venezuela, Argentina, o México. Violencia definida como cualquier acción que patologice los procesos reproductivos naturales y biológicos, expresados en un trato deshumanizado por parte de los profesionales de la salud, relacionadas con todo el procedimiento que conlleva un embarazo, desde el período de gestación hasta el post parto, afectando de manera directa o indirecta, el cuerpo y los procesos reproductivos de las mujeres. Violencia que deja una huella no solo en las mujeres gestantes o parturientas, sino que también son muchos los profesionales que han hecho referencia y aludido a la huella o secuelas que ha dejado en ellos presenciar prácticas de este tipo.

Llegados a este punto, retomo el tema del informe, el «Informe Doulas» como se ha llamado de forma abreviada, un informe que a mi juicio deja mucho que desear en cuanto a diseño de investigación, y rigor de análisis de datos. Informe lleno de generalizaciones y acusaciones, que parece arrojar una escasa fiabilidad y validez, al meter en el mismo saco a doulas, matronas, psicólogas perinatales o asociaciones como El parto es Nuestro, llevando a error y confusión, enjuiciando y sentenciando.

En el informe se critica la figura de la doula, se habla de intrusismo y de mala praxis, que seamos sinceros, sí hay casos, no vengamos a negarlos; pero las generalizaciones son odiosas además de peligrosas. Hay mujeres en este mundo que saben lo que es acompañar, que conocen sus límites, no todas las doulas cometen intrusismo; si lo hay, debe denunciarse a quien particularmente lo hace, aunque eso en cualquier faceta de la vida. ¿Pero a quien afecta real y directamente este informe? a las mujeres, que son en última instancia las que peor paradas quedan. Mujeres que acaban buscando una ayuda, un apoyo, y un acompañamiento, en su maternidad (período de crisis y fragilidad donde los haya) porque en nuestra sociedad deshumanizada, se ha perdido esa capacidad de tribu, de aprendizaje de los congéneres, de transmisión de madre a hija en camino de ser madre… Los cuidados sanitarios que se ofrecen a la mujer, y pese al esfuerzo de muchas y muchos profesionales, no cubren las necesidades reales de acompañamiento; porque falta personal, porque no hay medios, porque donde antes se recorta es en sanidad, porque se desbordan y llegan a donde pueden; así mismo es cierto que existen iniciativas, y cada vez hay más matronas independientes que ofertan una forma más cercana; pero ni todas las mujeres conocen esta posibilidad, ni otras muchas pueden permitírsela.

Vivimos un tiempo de cambio, de mayor conocimiento y demanda de derechos (entre ellos los sanitarios) por parte de la sociedad, aunque cada vez son más los profesionales realmente implicados, respetuosos y respetables en el campo de la maternidad. Asistimos a un momento en que son muchas las y los excelentes profesionales cargados de empatía y cercanía, que trabajan en base a la evidencia, que pelean y se pelean por dar la mejor atención, que se quejan y reciben quejas, la realidad es que las mujeres hoy día siguen llegando con sus embarazos a un sistema patriarcal y paternalista, en el cual se les infantiliza y relega a un papel secundario de su propio proceso, necesitando así una mano, un apoyo, un acompañamiento.

Y aquí es donde realmente debería entrar el Consejo Superior de Enfermería, a valorar cómo se desarrolla la atención al embarazo y al parto, cómo no hay suficientes matronas, cómo se medicaliza un proceso natural, cómo no hay tiempo para el one to one, cómo no se cumplen las recomendaciones de la OMS, cómo se dificulta modificar protocolos, cómo las mujeres sufren violencia, y profesionales burn out… Ahí es donde debería haber el análisis real.

No criminalizando sin más, no enfrentando en una guerra abierta a dos bandos, en los que al final, la perjudicada es la mujer; mujer con capacidad para decidir quién le acompaña (entendiendo acompañar como estar al lado, dar la mano, no guiar ni llevar), y sabiendo siempre que el profesional adecuado para atender un embarazo y parto normal es la matrona.

Concediendo a la mujer su estatus real de persona libre de decidir si quiere o no quiere comer un trozo o beber un batido de placenta (por cierto, comer un trozo de un órgano efímero y propio, jamás sería canibalismo), cantar entre contracciones, o realizar una meditación.

Lo realmente necesario es que se atienda a la demanda de las mujeres, a las necesidades y vivencias de los y las profesionales de la sanidad en general, y de la enfermería gineco-obstétrica en particular.

El verdadero interés ha de estar en lo que necesitan las mujeres y necesitan los bebés, que es parir y nacer con una atención cálida y de calidad.

Artículo: Jessica Rodríguez Czaplicki

Ilustración: Marthazul

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