Ha nacido una estrella, más multidisciplinar que Forrest Gump, más carismático que el Papa Francisco y más popular que Enrique Iglesias. Él es nuestro alcaldísimo Tomás Fole.

Si estando en misa, en una iglesia católica subvencionada, después de rezar el Credo, ves a Fole junto al mafioso de Louzán en el púlpito, no es una aparición, en verdad es él, que además de político y casi sacristán, es vendedor de agujeros con taladro y montones de tierra. Fole tiene el don divino de la obicuidad, así que seguro lo verás el martes o sábado mientras haces la compra en la plaza, notarás en lo alto una figura esbelta, vestido de manera impecable, con porte burlón y chulesco, dirigiéndose a los placeros y a las placeras, reunidas alrededor de él, mientras les dice que las reformas de la plaza deben ser como el artquitectotodopoderoso del ayuntamiento mande, porque está bien hecho. Si funciona o no, eso da igual, que ya no estará para comporobarlo.

Llegado a este punto, no resisto la emoción. Porque en breve, Fole culminará sus ansias por subirse a todo lo subible para predicar sus políticas, y debutará cual Coyote Ugly, en la barra de algún bar o pub de Vilagarcía de Arousa, para convencerte de que la vigésima ordenanza de terrazas, es la buena. Pero eso te lo dirá, al ritmo de la música, con ropa ajustada, unos maravillosos tacones de plataforma color rojo y sin depilar, porque también es feminista (aunque despida a las mujeres embarazadas que trabajaban para él). Fole será recordado como el peor alcalde de este pueblo, pero eso sí, baila sobre la barra que da gusto.

Augusto Metztli.

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