El año pasado se aprobó en Francia una ley muy curiosa por su contenido obvio. Este documento reconoce que los animales son «seres vivos dotados de sensibilidad» y no bienes muebles como antes.

De tal forma que los animales podrán recibir herencias, determinar los tiempos de convivencia después de un divorcio, se podrá pedir una indemnización en caso de atropello y estarán protegidos por la ley en caso de maltrato o abandono.

Cuando me entero de disparates como estos, no que legislen como la han hecho, sino que lo hagan unos doscientos años tarde, pienso en una reflexión de mi profesor de semiótica de la arquitectura, hablando de comunicación visual y de percibir señales, él nos invitaba a recordar nuestra convivencia con algún perro, y nos decía: «Ellos siempre saben nuestro estado de animo, porque están atentos y saben interpretar la intensidad de nuestros pasos, nuestra mirada, el tono de nuestra voz y nuestro aroma, entonces hacen, aquello que saben nos hará sentir bien».

Al final de todo, en ocasiones, nosotros nos comportamos más como bienes muebles que como seres vivos. Ve a un centro comercial a comprobarlo.

Augusto Metztli.

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