Extender la toalla sobre la arena y tumbarse al sol es uno de esos placeres sobre los que la gente no suele detenerse a pensar. Acaba siendo rutinario y, como casi todo lo rutinario, poco placentero. Sin embargo, este acto tiene algo de excepcional. Sin darnos cuenta acabamos pensando en lo bien que se está escuchando el murmullo de las olas mientras pasamos las páginas de un libro. Si prestamos atención y dedicamos unos minutos a otear el horizonte , es posible que veamos aparecer la silueta de un cormorán flotando en la superficie del agua. La imagen idílica desaparece cuando el ave se sumerge para capturar algún pez. El mundo se podría resquebrajar en ese instante y no nos daríamos cuenta porque permaneceríamos atentos a la próxima aparición del ave palmípeda. Es casi un milagro que la visión de un ave alimentándose en el mar consiga hacernos desconectar de todo cuanto nos preocupa, de mitigar la horrible angustia existencial con la que convivimos a diario.
Deberíamos observar más todo cuanto nos rodea. Tal vez eso nos ayudaría a comprender los estúpidos e insignificantes que somos y a dejar de darle importancia a cosas que realmente no la tienen.
Fernando Prado.
Totalmente en lo correcto! A veces se nos pasan por encima los detalles de la vida que nos rodea! Muy bien
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