El vampiro es un ser «mitológico» que siempre nos ha fascinado. Conocido por su insaciable apetito, este devorador de sangre humana ha sido actualizado una y otra vez a lo largo de los siglos hasta convertirse en un mito erótico y en la fuente de inspiración de innumerables novelas para adolescentes, películas o cómics.
Bram Stoker escribió Drácula a finales del siglo XIX inspirándose en Vlad III, Vlad Tepes o Vlad el Empalador, quien fue príncipe de Valaquia (actualmente sur de Rumanía) en el siglo XV. Francis Ford Coppola dirigió una de las mejores versiones para el cine, protagonizada por un enorme Gary Oldman.
La tercera definición de la palabra vampiro que aparece en el diccionario de la Real Academia Española es la de «persona codiciosa que abusa o se aprovecha de los demás». El mundo está lleno de vampiros. Eso sería un mal menor de no ser porque gobiernos, instituciones, bancos, multinacionales, think tanks, etc. están dirigidos por hematófagos.