No sé sería conveniente recordar que las próximas elecciones que se celebrarán el día 27 de septiembre en Cataluña son para elegir a los diputados del Parlamento catalán y al futuro presidente de la Generalitat. Unas elecciones que los partidos a favor de la independencia, con Artur Mas a la cabeza, han convertido en un referendo para decidir si los catalanes quieren seguir formando parte de España o no.
A estas alturas ya hemos escuchado de todo: descalificaciones, insultos, amenazas. Pero sin embargo, al menos para mí, ningún candidato ha presentado un programa claro y conciso en el que esté, por encima de todo, atender a las necesidades e inquietudes reales de los ciudadanos. Ahora es cuando muchos pensarán que para atender esas necesidades e inquietudes es preciso conseguir la independencia. Tal vez sí. Pero no creo que ninguno de los candidatos a favor de la secesión sean los más indicados para dirigir el proceso, porque, insisto, no tienen un argumento consistente.
Artur Mas era un líder político acabado antes de vestirse el traje de independentista, bien conocido por los recortes que aplicó a mansalva y por su nefasta gestión, heredero político de Jordi Pujol y perseguido por el 3%. Ahora se ha convertido en un líder mesiánico y próximo martir nacionalista. Y la postura de Oriol Junqueras (ERC) o de Antonio Baños (CUP) me parecen inmaduras, casi infantiles. Y del PSC, PP o Ciutadans mejor ni hablemos. Entonces ¿a quién votar?
No me gustan los candidatos, ni me gusta la manera en que se han planteado estas elecciones; tampoco me gusta el cruce de acusaciones entre los partidos independentistas y el gobierno de Mariano Rajoy porque no han servido para nada más que para incrementar las tensiones y el descontento ciudadano. Hay muchas cosas que no me gustan, pero no por ello estoy en contra de que sean los ciudadanos quienes decidan si quieren un futuro junto al resto de España o no. Es completamente comprensible -está claro que no para todos- que buena parte de la población de Cataluña sienta una gran desafección hacia España -algo a lo que han contribuido enormemente los sucesivos gobiernos centrales y autonómicos- porque el pueblo catalán ha sido uno de los más incomprendidos. Existe, además, un sentimiento -difícil de explicar pero que está ahí- que no puede ser reprimido y, mucho menos, ilegal.
Así que, el domingo cuando vayáis a votar, no lo hagáis con el corazón. No os dejéis seducir por el canto de las sirenas, vengan de donde vengan y votad con cabeza.
Fernando Prado.