Nos encanta el periodismo, el que exhala oficio, el intenso, minucioso, irónico, sabio y sincero. Por eso admiramos a las y los periodistas que lo miman, que lo viven. A Nacho Mirás, no lo conocía ni había leído nada de él, hasta después de su muerte. Era – es de esos periodistas que disfrutamos. Había escuchado y leído muy buenos comentarios sobre su trabajo y sobre su blog Rabudo.com, pero nunca indagué más allá. Hasta ahora que lleva días rondándome en mi cabeza su nombre, su fotografía y las palabras sueltas y poderosas de los posts que leí en su blog.

Me he tenido que despedir de maravillosos seres humanos, por culpa del cáncer. Los he acompañado y cuidado en sus últimos meses, en sus últimos días. Me he narrado a mi mismo el adiós. Y es muy triste.

Nacho Mirás, nos narró el final de su viaje, sus últimos días. Lo hizo de manera brillante, se despidió de la vida con todas sus fuerzas y murió. Lo último que publicó en su blog fue ¡Ya no soy zurdo!.

Pero también narró lo duro y difícil que es enfermar en un mundo de vivos hiperactivos burocratizados, donde no hay ni espacio, ni dinero para los adoloridxs, donde no hay tregua para los cuerpos cansados, aporreados y medicalizados. Y eso quedará escrito por siempre, eso que también sufrió mi abuelo, mi suegro y que a nadie se lo pudieron decir.

Nacho Mirás se ha convertido en un periodista cuántico, que está y no está al mismo tiempo, que dentro de su triste historia, ilumina con esperanza a otras tristes historias de enfermedad. Y que en su eterno silencio: Grita, golpea la mesa, te hace reír y le recuerda al sistema que es un cabronazo, porque no está al pendiente, ni al tanto de los detalles nimios y significativos de sus enfermos y enfermas.

Augusto Metztli.

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