A ver. Yo es que lo de los titiriteros no lo acabo de entender, ni tampoco la ferocidad con que ha reaccionado buena parte de la clase política y de la sociedad españolas. Los detienen y los mantienen incomunicados hasta que finalmente los dejan en libertad porque, dicen, no hay riesgo de fuga -tuvieron que entregar el pasaporte- ni de volver a cometer el supuesto delito por el que se les detuvo -les confiscaron todo el material-. Enseguida aparecieron los buitres a pedir la dimisión de la concejala de Cultura de Madrid. Resulta que los que siempre han gobernado Madrid como si se tratara de un coto privado -esto también es aplicable a Valencia, Mallorca, Galicia, etc.- están furiosos porque un grupo de comunistas y perroflautas ha llegado a la Alcaldía; no entienden cómo ha podido pasar, y el asunto va ahora de cargárselos como sea y cueste lo que cueste.

Es imposible que el ser humano no cometa errores, de hecho es muy fácil que se equivoque y lo hace días tras día, sin parar, a lo largo de toda su vida.

Pero ¿cuál es el escándalo? Confundir realidad con ficción es algo grave. Estoy seguro de que vosotras y vosotros, madres y padres, exponéis a vuestros hijos a situaciones más peligrosas y más traumáticas -uy, es verdad, qué sabré yo, que no tengo hijos-. No discuto que la obra no era quizás la más apropiada para un público infantil y tampoco que no haya habido errores al incluirla en la programación, pero de ahí a montar todo el espectáculo que se ha montado hay un abismo.

Amordazados estamos gracias a Mariano y sus secuaces. Han hecho una ley a su medida que además posée una gran carga de adoctrinamiento, algo más típico de regímenes dictatoriales que de gobiernos democráticos. En esas estamos mientras nuestros políticos, aquellos a los que votamos, juegan a la estrategia, al sí pero no, a decir una cosa para luego decir la contraria, a dejar pasar el tiempo a pesar de que sabemos de sobra lo que buscan y que no se atreven a hacer sin más, no sea que dejemos el partido de fútbol a medias y salgamos a la calle.

España se ha convertido en un pequeño espacio rodeado de altos muros, claustrofóbico. Llegará el momento de romperlos. Pero mientras tanto sólo nos queda buscar en la ficción lo que no podemos encontrar intramuros. Por eso son tan necesarios los artistas, incluídos los titiriteros.

Fernando Prado.

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