Ayer, mientras paseaba, vi una pequeña pegatina en una farola en la que se leía “Welcome refugees”. Bienvenidos, refugiados. ¿Qué refugiados? ¿Dónde están?

España se comprometió a acoger a más de 17.000 refugiados, pero hasta ahora sólo han llegado 18. Dieciocho. 18.

Mientras miles de refugiados sobreviven en situaciones dramáticas atrapados en los Balcanes o hacinados en campos como el de Idomeni, los indecentes líderes europeos han decidido devolver a Turquía a todos los refugiados y realojar sólo a los sirios. El ministro del Interior español y buen cristiano, Jorge Fernández Díaz, teme que tras el acuerdo con Turquía –un acuerdo que podría ser ilegal, según ACNUR- los refugiados busquen otras rutas para entrar en Europa a través de Marruecos y acaben llegando a España.

Europa ha perdido la memoria, reaparecen viejos fantasmas, se encierra en sí misma.

Nadie verá la pegatina de esa farola en una calle desierta de un pequeño pueblo. El silencio mata. Lo que no se ve, no existe.

Fernano Prado.

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