Cada mañana acudes a un trabajo de mierda con unos compañeros de mierda y un jefe de mierda, atiendes los compromisos familiares, recoges a los niños en la guardería o en el cole, y cuando llega el fin de semana, deseas que sea lunes porque no soportas la idea de pasar 48 horas con una mujer a la que ya no deseas y con unos hijos que te arrepientes de haber tenido. Cada día te preguntas cuán diferente sería tu vida de no haber tenido hijos; piensas constantemente en que habrías tenido tiempo para viajar, para tener una afición, para volver a enamorarte de tu mujer o para follar todo lo que no follaste durante tu juventud de complejos e inseguridades.
No deja de asombrarte la gran cantidad de malas decisiones que puede tomar una persona a lo largo de su vida. “La vida es un rato”, lo escuchas por todas partes y lo escriben sin parar los gurús de la felicidad y la autoayuda que se forran vendiendo libros estúpidos a idiotas como tú.
Llegado a este punto crees, seguramente con razón, que no hay retorno posible. Rememoras una y otra vez tu juventud, esa época que parecía eterna; la añoras porque la vida, a pesar de ser una mierda, tenía algo de excitante, había intensidad. Eso es lo que echas de menos: la intensidad. Salir con los amigos, colocarte de vez en cuando; follar como si no hubiera mañana, ni ética, ni moral -¿lo hay? ¿las hay?-; enamorarte y sentir dolor, arder de pasión; mandar a la gente a tomar por culo sin importar las consecuencias. Todo eso se acabó. Ahora vives resignado, apático, calculando siempre las distancias, pensando cada palabra antes de pronunciarla para no resultar brusco o atrevido, para no herir sensibilidades; siempre midiendo las consecuencias de tus actos. ¿Cómo te has convertido en esto?
A veces, cuando entras en esa especie de estado de gracia que provoca una copa de más, te das cuenta de que, en efecto, la vida es un rato. Te quedas mirando un punto en el vacío, te sudan las manos, te entra el pánico y solo quieres gritar. Por un momento, tras la revelación, piensas que tal vez deberías mandar todo al carajo y recuperar las riendas de tu vida, pero ¿por qué crees que lo puedes controlar todo? ¿y si es otra mala decisión? Te levantas a mear e inmediatamente después de la micción lo descartas. Así que continúas adelante con tu vida de mierda.
Ser racional es doloroso. La vida es más fácil para las personas que creen en un dios, o en que somos polvo estelar, o energía que viaja a través del espacio. Es mucho más cómodo creer que, hasta cierto punto, no eres responsable de tu vida; si crees que un dios todopoderoso ha sido tu creador y conduce tu vida según sus designios, todo es más fácil, sale más barato. Si te va bien o mal: Dios; si te ascienden en el trabajo: Dios; si enfermas: Dios; algún día morirás: Dios; tu hijo de ocho años tiene leucemia: Dios; te separas: Dios. Es el mismo principio que se puede aplicar para explicar por qué millones de personas se tragan la misma basura en la televisión, escuchan la misma música comprimida y comercial, comen con la familia en el McDonald´s, se casan y tienen hijos, visten igual o están todo el maldito día quejándose de lo cansados que están y del poco tiempo que tienen para sí mismos. No pensar, de eso se trata.
Y es que pensar cuesta lo suyo, e intentar comprendernos tiene sus consecuencias. Los gurús de la felicidad nos venden que somos únicos. ¿Estos tíos no salen a la calle? Muchas de las criaturas del reino animal aprenden por imitación; el ser humano, también. Necesitamos parecernos al otro porque necesitamos ser aceptados, formar parte de un grupo y conformar una masa uniforme, no ser excluidos porque la exclusión es la soledad, el vacío. Y nadie sale ileso después de un largo período de soledad.
Nadie nos enseña a estar solos. Sobrevivir a la soledad depende de nuestra capacidad de adaptación. Y no me refiero necesariamente a estar solo por circunstancias o por decisión propia, me refiero más bien a esa sensación de soledad que tienes cuando sales a la calle y, a pesar de estar rodeado de gente por todas partes, no sientes pertenencia al grupo, ni arraigo; eres invisible. Es como si te estuvieras muriendo de sed en medio del océano.
Crees que tienes todo organizado: tu día a día, los fines de semana, las vacaciones. Lo tienes todo programado: cuándo hacer la compra, cuándo cambiar de coche, cuándo quedar con los amigos para tomar unas cervezas, la concepción y el nacimiento de tus hijos. Incluso a veces crees que puedes organizar tu muerte. Pues bien, te engañas a ti mismo. Todo el tiempo que empleas en organizar tu vida puede que no sirva de nada. Un atardecer de un día cualquiera, mientras regresas a casa, te sientes más cansado de lo normal, notas cómo la rabia te sube desde estómago hacia la garganta intentando salir, parece que vas a explotar. De pronto estás hasta los cojones del orden, de la rutina, de la vida que te programaste porque era lo que había que hacer.
Te asusta el paso del tiempo. La flacidez, el efecto de la gravedad sobre tu cuerpo, la aparición de las arrugas, el entumecimiento de los músculos. Todo esto es inevitable e irreversible a no ser, claro, que optes por el suicidio, algo completamente respetable e irreprochable.
Siempre escuchas a alguien decir que envejecer es bonito. Los cojones. Podría serlo si lo haces con dignidad, buena salud y las necesidades cubiertas. Aún así ¿qué puede tener de bonito acercarse sin remedio a la muerte? Lo bueno de envejecer es haber vivido. Lo malo -y esto te genera una angustia casi insoportable- es que tienes más tiempo para los arrepentimientos y las lamentaciones, y bueno, no debe ser agradable, estar a dos pasos de la tumba pensando en todo lo que no has podido o no has sabido vivir.
Al final van a tener razón los gurús de la felicidad en eso de que la vida es un rato. Pasado mañana estarás muerto. Qué putada. Pero qué difícil es vivir al día. Qué difícil es ser coherente sin acabar siendo un poco misántropo.
La cafetera italiana o cafetera moka fue patentada en 1933 por el inventor Luigi De Ponti en nombre de Alfonso Bialetti. Posee una válvula de seguridad -también conocida como válvula de alivio de presión- cuya misión es evitar la explosión por exceso de presión.
El ser humano carece de válvulas de seguridad, pero sí tiene mecanismos a través de los cuales puede aliviar la presión antes de que sea demasiado tarde. No seas un capullo toda tu vida.
Nadie sobrevive al paso del tiempo.
Fernando Prado.
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