Mi abuelo fue enterrado en un cementerio bajo tierra, sobre su tumba brota la hierba verde. Las dos veces que lo visité, el aroma a fresco y el color verde me conmovieron. Estoy convencido que vivos hay que amarnos, empatizar entre nosotrxs y dejar que nuestros cuerpos hablen en común y al unisono. Para después no ir a llorar a nuestrxs muertxs con remordimientos y arrepentimientos.

La muerte es nuestro último acto íntimo, solo he visto morir a una persona, he estado con él cuando terminó su tiempo aquí. El rastro de su paso es nuestro legado, por eso recordar su sonrisa, sus gracietas, sus gestos, su comida favorita o imaginártelo caminando por la ciudad es importantísimo. Pero si además hay un santuario, un sitio dignísimo y lleno de vida para ir a recordarlo, hace a la muerte más tierna. De ese encanto habla el documental Ahora soy árbol, esa idea tan sencilla como poderosa de vivir como humano y morir como árbol:

«Antes era hombre o mujer, “Ahora soy árbol” ¿expresa una intención consciente de lucha? ¿de voluntad por comulgar con el planeta, de unirse a él, de formar parte real y física de él y por tanto de ser inmortal, eterno? Buscamos tus respuestas. Tu implicación. Tu punto de vista.» Marisa Lafuente.

El documental necesita apoyo de la gente, necesita micromecenas en Verkami, y difusión para poder grabar el resto de testimonios e historias de gente que ya ha podido y podrá de manera legal, enterrarse bajo el árbol con el que conectaron en vida. No dudes en apoyarlo, es un acto revolucionari0.

En México tenemos abuelos y abuelas árboles, se llaman ahuehuetes, siempre han sido árboles. Puede ser que pronto haya árboles que antes fueron humanos.

Gracias por apoyar a «Ahora soy árbol».

Augusto Metztli.

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