Ahora que todo el mundo parece estar centrado exclusivamente en el asunto de Catalunya, el resto de noticias no parecen trascender. Entiendo que algunos de vosotros necesitéis envolveros en una bandera u otra y que esto de los nacionalismos os traiga de cabeza. No es para menos, pues hay miembros de un gobierno elegido de manera democrática y legítima que están encarcelados y toda esta situación ha servido como excusa perfecta para desempolvar esa pasión tan española del fervor patrio elevado a la máxima potencia de sí mismo, brazo en alto y cara al sol.

La historia reciente nos ha demostrado que no hay reparación posible -no me cansaré de decirlo, pero aún hay más de cien mil muertos en cunetas y fosas comunes- y me temo que, de seguir así, tampoco la habrá en Catalunya, ese territorio de parias desagradecidos que de tanto soñar con democracia han acabado con su gobierno prisionero de un Estado gobernado por harpías de deriva autoritaria. Una lástima. De verdad.

Pero si hay un asunto que debería preocuparnos a todos los que de una manera u otra vivimos en este trozo de la Península Ibérica, es el de los dichosos sobres. Ese tráfico de sobres que fluyó a raudales durante los años del boom de la impunidad entre miembros del partido que, nos guste o no, nos gobierna a todos. Añado un agradecimiento especial para Esperanza Aguirre por destapar la trama Gürtel.

Un partido político convertido en organización mafiosa. Corrupción en estado puro. No lo digo yo, lo dice Manuel Morocho, inspector jefe de la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF). Morocho nos dice también que, indiciariamente, Mariano Rajoy, presidente del Gobierno de España recibió ingresos procedentes de la caja B del Partido Popular. Escuchar su declaración es imprescindible.

En cualquier país serio el presidente habría dimitido.

Que siga la fiesta.

Fernando Prado.

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