Luisiño, el rey y los milagros

Luisiño contaba con orgullo que le sirvió copas al mismísimo rey de España, pues toda su vida laboral trabajó en el Real Club de Regatas de Vilagarcía. Él era así, podía ir a misa y después a la presentación de un libro sobre víctimas del franquismo o a la inaguración de alguna exposición de sus muchxs amigxs artistas (de quienes guardaba todas sus invitaciones y catálogos). El fluir del pueblo, de Galicia, de España y del mundo no escapaba de su atención. Era un hombre informado, un gran conversador, te podía pormenorizar el obituario del pueblo, el último atentado de ETA, el nombre del vino que vendían en determinado bar al precio de 1€ la copa, la recién estrenada película de Tarantino (amaba ir al cine solo) o prestarte el libro de «Los pilares de la tierra» para que lo leyeras.

No usaba móvil, solo teléfono fijo, pero no era muy de estar por casa, así que era difícil dar con él. Todos los días y cada día del año tenía sus rutas y su «liturgia de vida», como se sabía el santoral completo y era muy amigo de sus amigos y amigas, no faltaba el día en que no tuviera que llevar un presente por ser día del santo o santa de su conocido o conocida, por ser el aniversario de una pareja de amigxs, o era día de reunión con una de sus peñas o sencillamente porque al cruzarse con alguien por la calle le invitaban a comer o a cenar y por la noche el pulpo en Santa Marta o San Simón en sus respectivos días. Nosotros siempre pensamos que apenas comía en casa, pero él muy en serio nos decía: No qué va, si yo me hago mis patatas con verduras y huevos hervidos.

Todos lo lunes nos traía el suplemento cultural del ABC, y después hacía su ruta de bares. En ocasiones hacía rutas mayores, más de 20km hasta «Los Milagros de Amil» o incluso el tramo que hay de aquí hasta Santiago de Compostela. Eso sí, con mocasines, que lo mismo le valían para hacer senderismo, bailar al ritmo de la orquesta Panorama, recorrer la playa de Maspalomas en su querida isla canaria, o para caminar aprisa en un elegante salón y servirle una copa al rey.

Al despertar de una siesta en la cama del hospital, el viernes 30 de marzo, pidió una cerveza sin alcohol. Fue su última cerveza.

Augusto Metztli.

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