Hace unos días, contemplabamos una de esas casas que quedaron a medio construir en una de las tantas urbanizaciones que robaron terreno al bosque. Nos llamó la atención la ubicación, al final de una calle ciega en lo alto de una loma, en una parcela amplia en la que aun sobrevivían algunos pinos, arbustos y zarzas. La finca estaba vallada, pero se podía acceder a ella con facilidad por el lugar que ocuparía la entrada principal. Estaba orientada hacia el norte y tenía unas preciosas vistas al Parque Natural Montseny.
Luego de rodear la finca para contemplar el cadáver desde varias perspectivas, decidimos subir por la escalera inacabada que daba acceso a la casa. No había puertas ni ventanas, así que pudimos ver cómo era el interior y hacernos una idea de cómo quedaría una vez finalizada.
Entonces apareció un hombre en un todoterreno que resultó ser un agente inmobiliario. Nos dijo que nos había visto desde el otro lado de la loma, cosa bastante improbable pues el desnivel no lo permitía. Los carroñeros tienen un olfato muy agudo.
Lo que al principio fue una especie de conversación acabó siendo algo más parecido a un monólogo. Y el final se precipitó tras escucharle decir que la crisis que padecimos hace unos años -y que seguimos padeciendo- fue porque nos la creímos.
Es decir, una persona perteneciente a un sector que contribuyó de manera considerable al estallido de la crisis y de la burbuja inmobiliaria nos estaba diciendo que la crisis había sido simplemente un mal sueño, producto de nuestra imaginación, nada grave.
El instinto de supervivencia nos hizo huir lo más pronto posible antes de que el carroñero nos echara el diente.
Fernando Prado.
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