En el fondo del mar

Un día tomas la decisión de echarte al mar en una embarcación inestable e insegura, abarrotada de otras personas que como tú, han estado masticando la miseria y la violencia en un intento de digerir los horrores cotidianos. Ya no recuerdas cuándo fue la primera vez que pensaste en la posibilidad de huir a pesar de ser consciente de que pondrías tu ida en peligro; pero qué vida, si ya te lo han quitado casi todo.

Después de una larga travesía de semanas, meses, probablemente años, llegas a una playa y contemplas el mar oscuro como una boca hambrienta dispuesta a devorarlo todo. No sabes nadar, pero eso es casi irrelevante porque aún pesa más la esperanza. Cuántas playas habrá al otro lado de ese charco negro en las que la gente disfruta plácidamente del sol, se quema los pies en la arena y se baña sin tener que mirar atrás. La vida es una cuestión de opuestos y tú naciste en el lado equivocado.

Amanece y estás flotando en medio de la nada, a la deriva. El mismo sol que ahora te consuela calentando tu cuerpo luego será un tormento; aparecerán los primeros síntomas de insolación y deshidratación y el hambre se hará insoportable. En algún momento debería aparecer un barco en el horizonte, entonces los que aún tengan fuerza se levantarán moviendo los brazos, gritando y haciendo señales para ser vistos. Has perdido la noción del tiempo, comienzas a titubear, tal vez hubiera sido mejor permanecer en aquel infierno no tan lejano. Sientes cómo la piel se resquebraja, por momentos parece que se va a desprender en tiras de tu cuerpo, como la corteza de los eucaliptos.

Al fin, la barca en la que vagas sin rumbo sobre las aguas es divisada por un barco. La primera sensación que tienes cuando te sientas en la cubierta es de firmeza y seguridad. Quizas la pesadilla haya llegado a su fin. Ese mar que parecía infinito ahora te parece diminuto. Ya en tierra firme, te sorprende cuán diferente se aprecia el horizonte según la orilla desde la que se mire.

Miles de años de historia en el fondo de este mar. Y miles de cadáveres también víctimas de nuestras guerras, de nuestra codicia, de nuestra insensibilidad. Nuestra vergüenza sumergida bajo las aguas del Mediterráneo como si pretendieramos ocultar la mierda debajo de la alfombra. “Carne humana”, como diría Salvini, convertida en alimento para peces.

Europa. Siglo XXI.

Vergüenza.

Fernando Prado.

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