Siento un profundo respeto por Alberto San Juan, cuando supimos que vendría al pueblo donde vivo, con su monólogo «Autorretrato de un joven capitalista español», decidimos asistir. Los asientos que elegimos fueron en la tercera fila, para estar muy cerca y ver y escuchar mejor. Sucedieron muchas cosas curiosas.

Por no sé qué razón había varios actores y actrices del establishment, de series de telecinco y productos similares. El monólogo de Alberto San Juan es muy crítico con ese tipo de series y con ese tipo de televisión (poco reflexiva) que se hace en España. Pero a ellos y a ellas les hacían gracia las críticas, pues no dejaba de reír a todo volumen detrás de mi oreja. Poco antes de que iniciara la obra esa misma actriz se había sorprendido porque Marta y yo mirábamos nuestras entradas para saber en qué lugar debíamos sentarnos, y exclamó: «No sabía que iban numeradas» (le faltó añadir: No sabía que en este teatrucho de pueblo, las entradas se numeran). Otro de los actores que disfrutaba de la obra era Alex González, el típico galán para el que también hubo regalitos en el monólogo. Pero nadie se sintió aludido, cuestión que no consigo comprender.

«Autorretrato de un joven capitalista español» habla sobre el franquismo, el fin de la dictadura, de cómo inició la dictadura, de cómo todo tiene que ver con nuestra propia vida, habla sobre la monarquía, sobre Felipe González y sus traiciones. Del PSOE y el PP y su misión de perpetuar la dictadura de la banca y de las élites franquistas, el miedo y la ignorancia en España, de evitar que el poder lo pueda ejercer el pueblo, al que se ha ignorado y al que no se ha escuchado. La concejala de cultura es del PSOE, también estaba sentada detrás de nosotros y no se sintió aludida, siguió ahí aplaudiendo las gracietas, Sonia Outón tiene tres años de trabajo en la sordera y soberbia absoluta, como el resto de sus colegas. Había entre el público todo tipo de gente, que desde luego conocemos, pues aquí la mayoría nos conocemos. Uno de ellos está muy preocupado en conservar los recuerdos del pasado, en materializar y reflexionar sobre la memoria histórica y en las atrocidades del franquismo, era buen sitio para él ser público del monólogo. En ocasiones estamos más pendientes de las injusticias del pasado que en evitar las injusticias del presente, estamos más pendientes en sacar pecho por condenar atrocidades del pasado, pero de las presentes somos cómplices, aupadoras o aupadores, qué más da. Ese es el caso de algunos y algunas del público, incluyendo a ese señor.

Mientras hablaba Alberto San Juan, sudaba a chorros en el teatro de pueblo (ese de las butacas numeradas para sorpresa de la actriz Pilar Castro), hacía mucho calor, había lleno absoluto y el verano galego vibró con orgullo. La camisa de Alberto comenzaba a hacer estampados sudorosos. Él bebía agua, hacía todo lo que nos dicen que no se hace en los teatros, como cambiar de tema, olvidar el guión, dar la espalda, ser espontáneo y distendido. Su monólogo en sí mismo era una crítica a todo, incluso a él mismo. Entonces Marthazul sacó su libreta y su boli y comenzó a dibujar la metamorfeada mancha de la camiseta de Alberto.

Disfruté a «chorros» el mónologo, me gustaron muchas reflexiones, solo dejaré testimonio de dos: La primera que todas las pronombres y verbos las citaba en femenino, acervo feminista asambleario y de ser agente activo del 11M y de las nuevas – viejas luchas. Y la segunda, una reflexión que le dijo su padre: «Alberto, qué esperas para vivir en ese mundo más justo y empático que quieres, vívelo ya, en primera persona.»

Ilustración: Marthazul.

Texto: Augusto Metztli.

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