Cientos de miles de personas han salido de Venezuela hacia países como Colombia o Brasil. Huyen de la crisis cada vez más profunda, de la hiperinflación, de la falta de medicamentos y alimentos, de la economía colapsada, de la violencia y de uno de los gobiernos más ineptos y corruptos de la historia.

Nicolás Maduro y el chavismo mantienen el discurso duro contra el imperialismo, ese demonio causante de todos los males del país. En lugar de asumir responsabilidades por su nefasta gestión gubernamental, Maduro se fabrica enemigos a medida que le sirvan para sustentar un poder cada vez más frágil. Hay que ser muy corto de miras como para no darse cuenta de que está rodeado de hienas esperando el mejor momento para echársele al cuello. Incluso dentro del propio chavismo hay descontento y voces muy críticas.

La situación de Venezuela es insostenible, pero la caída al abismo continúa. El escenario comienza a ser desolador y preocupante. La oposición sigue dividida y parece estar más pendiente de sus luchas que de lograr una candidatura fuerte capaz de sacar de una vez por todas a Maduro; además, está desarticulada, con algunos de sus líderes encarcelados o inhabilitados. Incluso cabe la posibilidad de otro golpe de estado, lo que generaría más violencia y, en caso de éxito, un cambio de líder, es decir, un incompetente por otro, un gobierno de corte marcial por otro.

Maduro apela al patriotismo para salir de la crisis. Hay que resaltar que el patriotismo es subjetivo, un sentimiento, y nadie sale de la miseria por sentirse patriota. No se habla de corrupción, del robo de millones de dólares de las arcas públicas, de blanqueo de capitales; tampoco de funcionarios o militares que trabajan con contrabandistas o en la trata de personas.

Venezuela siempre ha sido expoliada, vejada, prostituida. Ahora vive la peor crisis de su historia.

Fernando Prado.

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