Las teorías sobre el arte y la arquitectura de Venturi, son las culpables de que lo espectacular y lo heroico me resulten indiferente y que no me conmuevan. Me gusta todo aquello que sale desde la aparente normalidad, aquello que reposa, lo espontáneo, lo defectuoso que conmueve, lo insignificante, lo que puede pasar desapercibido. Por eso historias como la de Deke Duncan me hacen soñar y emocionarme.

Hace años cuando vivía en México, hacíamos una revista, que oficialmente era la revista con menos tiraje de todo el país, así lo recogía el registro de revistas del gobierno. Publicábamos 40 cada tres meses. Con esas pocas revistas conseguimos meternos en todas las instituciones, galerías, ciudades y algunos países como si fuéramos una revista con infraestructura grande y de miles de ejemplares. Con esta experiencia aprendí, que las cosas pequeñitas, casi insignificantes, pueden ser especiales y llegar más lejos de lo que uno piensa.

Deke Duncan, durante décadas fue el locutor de radio con la audiencia más pequeña del mundo: una persona, su esposa. Su estación de radio se escuchaba en el salón de casa, transmitía desde un estudio en su jardín.

44 años transmitiendo desde Radio 77 hasta que, gracias a que la hemeroteca de la BBC subió a sus redes sociales una entrevista que le había hecho a Duncan décadas atrás, la editora de un programa de la BBC lo invitó a copresentar un programa de radio, un especial de navidad de una hora.

Dijo Duncan respecto a la propuesta que le hicieron: «Es la primera vez en mi vida que me quedé sin palabras».

Augusto Metztli.

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