La evolución del ser humano no hubiera sido la misma de no haber descubierto cómo encender un fuego. A partir de ese momento supimos cómo calentarnos y aprendimos a utilizarlo para cocinar, para hacer la guerra o para quemar a las herejes.

Algunos políticos son especialistas en gestionar el combustible de la manera más efectiva para que sean otros los encargados de encender el fuego. Esta tendencia patológica a la provocación de incendios se conoce como piromanía, pero en política lo importante no es solo que arda lo que nos interesa sino, sobre todo, que las llamas no nos alcancen.

Es entonces cuando aquellos a los que votamos de una manera más o menos democrática se encargan de repartir mecheros entre los ciudadanos. Se trata de esperar a que se haya acumulado la suficiente cantidad de combustible para, en el momento preciso, pronunciar las palabras necesarias que provoquen un cortocircuito en las mentes de los votantes y, en un impulso cavernario, enciendan los mecheros despojados ya de toda razón.

“Los eslovenos lo tuvieron claro. Decidieron determinarse y tirar hacia adelante en el camino de la libertad con todas sus consecuencias hasta conseguirlo. Hagamos como ellos”. Estas palabras pronunciadas por el presidente de la Generalitat de Catalunya son un incendio en sí mismas, y lo son no solo por el contexto y el momento político y social sino también porque demuestran una vez más, que el presidente autonómico no representa a la diversidad de la sociedad catalana con todos sus matices. Y es que, además, las palabras de Torra se habrían perdido en el vacío si no existieran otros pirómanos altamente especializados como Pablo Casado o Albert Rivera y, hay que decirlo, una parte importante de los políticos de este país.

Así las cosas, cabe preguntarse si en algún momento seremos capaces de salir de la caverna y buscar espacios para el diálogo en lugar de empeñarnos en que todo sea consumido por las llamas.

Menos emoción y más razón.

Dicen que el que juega con fuego se acaba quemando.

Fernando Prado.

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