El fútbol (de las ligas oficiales) cada vez me da más pereza, no entiendo la pasión que despiertan señores corriendo de un lado a otro. Me parece deprimente idolatrar a defraudadores de hacienda, a machistas violentos o directamente a criminales millonarios de los dos principales equipos especuladores de este país. A mí me gustan los deportes que se disfrutan, en los que sus practicantes, practicantas y aficiones aspiran a aquello que (en realidad) deberían de dar todos los deportes: espíritu de cooperación – empatía, una buena condición física, un acercamiento a nuestras habilidades animales, mejorar la inteligencia espacial y desarrollar nuestra intuición.

Pero en lugar de eso, las aficiones (de todas las categorías y niveles) se han convertido en masas de machistas violentos que escudados en la multitud gritan, ofenden, violentan, ultrajan y fastidian una actividad que debería despertar y desarrollar lo mejor de todos y todas nosotras. O casos aún peores, como que el equipo de veteranos del Terrasa gritara al equipo femenil del Terrasa, insultos como: «Iros a la cocina», «sois unas mierdas» o «sois unas guarras». Compañeros de profesión violentando a sus colegas.

Frente a los insultos machistas lo único que puede plantarle cara es la sororidad, así que a lo largo y ancho de Cataluña, los equipos femeninos hicieron sentadas silenciosas antes de empezar sus respectivos partidos.

Ese es el fútbol que me gusta y respeto.

Augusto Metztli

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