Vestido

Las personas salimos a la calle enmascaradas. Detrás de una apariencia de normalidad, equilibrio, racionalidad y libre pensamiento puede ocultarse una persona desequilibrada e irracional con la que, en el momento menos pensado, acabarás enfrentándote por una estupidez en medio de un círculo de curiosos y jaleadores con olfato carroñero.

Nadie sabe qué es lo que ocurre exactamente en ese instante infinitesimal en el que se genera la chispa que nos devuelve a la caverna. De pronto las máscaras saltan por los aires y antes de que toquen el suelo ya estamos conectados con el instinto ancestral que nos permitía sobrevivir en condiciones límite gracias a la defensa de nuestro propio cuerpo reconocido como propiedad territorial. No existe droga equiparable a la adrenalina que se vierte en nuestro torrente sanguíneo, ni más efectiva, pues esta sustancia generada en la oscuridad de nuestras entrañas es la encargada de preparar nuestro cuerpo para reaccionar en momentos de tensión.

El fútbol tiene una sorprendente capacidad para desenmascararnos. Cuando te encuentras en un bar por motivos circunstanciales mientras se está jugando un partido de liga, debes saber que cualquier cosa puede ocurrir. Si, en un descuido, te plantas unos segundos delante del televisor, es probable que algún espectador se olvide de la cerveza y la tapa de bravas para empezar a increparte con la voz ronca y los ojos desorbitados y enrojecidos para que te apartes pues, por lo visto, no hay nada más transcendental que lo que está ocurriendo en aquel remoto campo en el que 22 jóvenes elevados a la categoría de dioses dan patadas a un balón.

Entonces, el animal que habita en ti se manifiesta inesperadamente y, ante la persistencia irracional del energúmeno que continúa insultándote, acabas gruñendo, mostrando los dientes y dando un golpe sobre la mesa. Se hace el silencio; solo se escucha el televisor con el volumen demasiado alto, las miradas pesan sobre la nuca. Se acaba la riña y los presentes vuelven a lo suyo, es decir, al opio que los mantiene alejados de una realidad insustancial.

Tú te vistes de vergüenza, pero un instante después te das cuenta de que ésta no es más que un vestido sin cuerpo.

Fernando Prado.

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