Regar

Me aburre el patriotismo, sobre todo cuando es utilizado –y siempre se hace- como herramienta de usar y tirar por líderes iluminados y ciudadanos predispuestos a la efervescencia. Ocurre en todos los países con políticos de todas las ideologías y personas pertenecientes a todos los estratos sociales.

La penúltima crisis de Venezuela -digo la penúltima porque siempre parece estar fraguándose la siguiente, y hablo de crisis para definir de alguna manera esos momentos de exaltación de egos a la que tan propensos son los machos latinos- no es más que otro despropósito protagonizado por la oposición que contempla, con el hartazgo de los niños malcriados incapaces de conseguir lo que quieren, cómo pasan los años sin poder recuperar el Palacio de Miraflores y todo lo que eso conlleva.

La chapuza en cuestión, que de momento sólo ha servido para pasar por las portadas de los periódicos, servir de pasto para los tertulianos y muy lamentablemente, para aumentar el número de muertos y heridos producidos por estas gestas heroicas, me resulta de un patetismo que roza el de los reality shows. Me pregunto si tanto Guaidó como López se creen su discurso patriótico y se consideran los verdaderos elegidos para llevar a cabo el proceso de rehabilitación y rescatar al país de los usurpadores.

López, que fue liberado de su arresto domiciliario por Guaidó y algunos oficiales leales a la Constitución, acabó refugiándose primero en la embajada de Chile y posteriormente en la de España. La orden de detención dictada por el Tribunal Superior de Justicia, como era obvio, fue casi inmediata. El problema es que los venezolanos no pueden seguir esperando por un mesías para resolver sus innumerables problemas y el deterioro económico y social. Además, están hartos no sólo de la situación general, sino también de que sus líderes políticos no estén a la altura.

Los altos rangos del ejército no apoyaron la iniciativa. La población no ocupó las calles de manera masiva, entre otras cosas por el temor a un posible desenlace violento. Así las cosas, habrá que esperar, como ya viene siendo habitual, a que los ánimos se calmen y los humos del incendio, una vez extinguido, se disipen. Porque ustedes perdonen, pero yo no veo posibilidad de cambio por parte del régimen y tampoco por parte de la oposición pues, en mi opinión, hace falta no solo un liderazgo claro, sino sobre todo un proyecto político sólido capaz de afrontar el grandísimo reto de recomponer el país y sacarlo del abismo, y para ello, los partidos de la oposición deberían tener una serie de objetivos únicos.

Todos los intentos desesperados por recuperar el gobierno y las instituciones a toda costa amparándose en un discurso populista no tienen ningún sentido. Y actuar de manera claramente antidemocrática, como ya se ha hecho en varias ocasiones, solo sirve para empeorar las cosas. Basta de pataletas. Sembrar sentido común y regarlo. Tal vez sea una buena opción.

Fernando Prado.

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