Uno puede pensar, en un momento de descuido, que los animales, al no ser racionales, no sufren; pero es que el sufrimiento físico no tiene nada que ver con ser capaces de recitar la tabla periódica, resolver ecuaciones, componer una sifonía o leer a David Foster Wallace. Un lapsus lo tiene cualquiera.
Recientemente, el torero Morente de la Puebla se paró delante de un toro exhausto y sacó un pañuelo de su bolsillo para limpiar las lágrimas del animal torturado. No tengo ni idea de qué se le pasaba por la cabeza a dicho artista embutido en un traje de luces salpicado de sangre, lo cierto es que cualquier persona que se detenga dos segundos a pensar en el sistema nervioso central llegará casi de inmediato a la conclusión de que el toro que lloraba sobre la arena estaba sufriendo de manera brutal.
El gesto del torero no es más que espectáculo, un recurso utilizado para provocar el aplauso fácil y la admiración de la afición. Para mi, se trata de una aberración, un comportamiento que roza la psicopatía.
Esto es la fiesta nacional.
Fernando Prado.
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