Verano Azul, la mejor serie que he visto.

Yo no conocía la serie de televisión de «Verano Azul», después de años viviendo aquí, poco a poco se me fue revelando en comentarios nostálgicos de la gente, o en frases míticas como «Chanquete ha muerto». Muchos años después la han vuelto a emitir en la 2 de la TVE. De lunes a viernes del mes de agosto a las dos de la tarde echaban un capítulo de los 19 que conforman la serie. Por fin pude ver la «Muerte de Chanquete», o cómo la pandilla de niños y niñas, Chanquete y la pintora Julia defendían la costa de unos especuladores inmobiliaros que querían crear un mega complejo turístico en los terrenos donde estaba el barco-casa «La Dorada» de Chanquete.

Hay un capítulo donde de manera pacífica, y con mucho ingenio, denuncian a la fábrica cercana, que contamina el río y el mar, e invitan a la gente a que no «mate su planeta» contaminándolo todo con basura. Es una serie que en 1.981 abordó temas tabús en la España recién salida de la dictadura franquista, como la menstruación y la primera menstruación, el divorcio, la sexualidad, la opción de ser madre soltera, el machismo, la fama, la explotación humana, el vacío existencial, la muerte para los no católicos, los oficios como la pesca sostenible, la contaminación, o la especulación inmobiliaria.

La serie consigue que los personajes transcurran en una naturalidad impecable, a pesar de que muchos de ellos no eran actores profesionales, y la fotografía es preciosa, muy cuidada, las escenas están muy bien compuestas. Las locaciones son perfectas, son peculiares y originales como el interior de un faro, el estudio de la pintora Julia, o la mismísima casa de Chanquete que es un barco. Cuidan mucho los detalles, lo que comen y cómo lo comen, los utensilios que usan, los desplazamientos que hacen, la manera de pasar el día en la playa, la ropa de los niños y niñas, es como recordamos la misma que usábamos nosotrxs.

La banda sonora es memorable, combina canciones populares, tradicionales e incluso hay sitio para la canción protesta. Los diálogos son graciosos, son ingeniosos, no van por lugares comunes, son coloquiales, crudos, no tratan como tontos a los niños, ni les hablan haciendo vocecillas de muñeco. Los tratan con dignidad, les explican y reprenden con contundencia pero con cariño. Los capítulos no tienen grietas, no se caen los argumentos, ni la trama, como casi todo lo nuevo que he visto por aquí, incluyendo el cine.

Es la mejor serie española que haya visto y posiblemente una de las mejores series de todas las que haya visto. No me extraña que haya libros que hablen de la serie, de cómo la grabaron, de cómo la hicieron. No me extraña que en Nerja en Malaga, el pueblo donde se rodó la mayor parte de la serie, tenga un parque dedicado a «Verano Azul» o que tengan una réplica de «La Dorada».

Me gusta, la disfruto, me divierte, me llena de ternura, me conmueve, me hace reflexionar y me inspira. Es una genialidad.

Pero es inevitable pensar que casi cuarenta años después parece que seguimos igual o peor.

Augusto Metztli.

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