Tal vez ya nadie recuerde con exactitud en qué momento perdimos la cabeza. Puede que lo hagamos constantemente de manera repetitiva, que ocurra cada vez que estamos hasta el gorro de las situaciones que nos superan o que no sabemos controlar, y entonces simplemente nos abandonemos a los impulsos y optemos por lo fácil, por lo cómodo, por la indiferencia o por ver fantasmas donde no los hay.
Hablo de fantasmas para referirme a religiones y patrias, a ideas absolutistas y herméticas que no han generado más que sufrimiento a lo largo de siglos y siglos de historia.
No puedo dejar de preguntarme si tiene sentido el fervor incandescente de los nacionalismos revolucionarios que encuentran soluciones levantando muros y dibujando fronteras. Dividir en lugar de sumar.
Religiones y nacionalismos recurren a la figura del mártir, una figura indispensable para asegurar el calado de un discurso exacerbado contra un supuesto enemigo empeñado en corrompernos y destruirnos.
Avanzamos hacia un futuro incierto -siempre lo es- en el que se nos plantean difíciles retos de convivencia, y la manera en que los gestionemos va a determinar el éxito y la supervivencia de nuestras sociedades.
La violencia nunca es la solución -no puede serlo-, ni cuando se plantea como alternativa desesperada para conseguir un objetivo unilateralmente, ni cuando es empleada por el Estado para reprimir a un sector de la población con una contundencia absolutamente fuera de lugar y, desde todo punto de vista, inaceptable. Las democracias europeas pueden ser imperfectas en mayor o menor medida, pero depende de todos los ciudadanos el exigir responsabilidades a los políticos cuando éstos actúan de manera irresponsable, se pliegan a la corrupción, se estancan en la desidia y se acomodan en los sillones.
Lo que lleva ocurriendo desde hace años en Catalunya es una prueba de irresponsabilidad, arribismo, falta de diálogo y manipulación. Nacionalismo barato y trasnochado destinado a producir una masa uniforme de románticos reprimidos que necesitan la revolución para liberarse del yugo de un Estado totalitario miope y sumamente torpe, insensible e irrespetuoso. Pero también nacionalismo casposo y apolillado de ignorantes que no entienden que este país tenga diversas identidades y que se aferran hasta el embrutecimiento a la aplicación del artículo 155 de la Constitución como única solución a un problema mayúsculo que para miles y miles de personas siempre ha ido más allá de un capricho secesionista.
En el actual estado de crispación y deterioro político y social en el que vivimos está siendo habitual la maximización y dramatización de los hechos.
Encendamos la luz, tal vez los fantasmas a los que hemos puesto nombre sólo sean producto de nuestra imaginación. A veces los desvaríos se resuelven mirándonos al espejo, es decir, exponiéndonos a la más cruda autocrítica. Abramos la ventana para que se airee la habitación.
Diálogo y responsabilidad. Coherencia y respeto. Y más política, la de verdad.
Fernando Prado.
*¿NOS APOYAS CON 2$, 5$ ó 10$ al mes? Llevamos más de cuatro años ilustrando la actualidad, queremos dar un nuevo salto en nuestro proyecto y comenzar a recibir un pago mensual por lo que hacemos. Nuestra primera meta son 100$ al mes a repartir proporcionalmente entre lxs ilustradorxs que hacemos Boreal semana a semana. GRACIAS