Durante toda tu vida te has repetido sin descanso que los monstruos no existen, que son producto de nuestra imaginación, que ninguna criatura está al acecho en la oscuridad, que no hay seres malévolos que nos tiren de los pies mientras dormimos.
Superada definitivamente la etapa de los terrores nocturnos, tus miedos han madurado y se han convertido en otra cosa. Ahora temes, por ejemplo, a los mercados; te asusta el próximo recibo de la luz o que se estropee la lavadora; te preocupa que suspendan el clásico o la próxima idiotez del hombre naranja que viajará a la velocidad de la luz por el ciberespacio y que tal vez desencadene el pánico y la ira a partes iguales en un mundo que es una olla a presión.
Un día cualquiera llegas a casa después de una jornada lluviosa y al encender la luz del baño la ves. Está ahí, ante tus ojos, una criatura monstruosa moviéndose en la bañera vacía sin percatarse de tu presencia, tan campante. Te das cuenta enseguida que el miedo te ha paralizado, no te puedes mover, ni siquiera gritar; así que después de un instante de pánico consigues calmarte y acabas sentándote en la taza del váter dispuesto a negociar con el bicho hasta conseguir solucionar el problema. Pero solo asoma un viscoso tentáculo por el sumidero visiblemente roto.
La situación es ridícula. Te consideras una persona racional y plenamente consciente, pero visto lo visto dudas de tu propia cordura. Quizás estás sufriendo una alucinación provocada por una sobredosis de cruda realidad. Finalmente te levantas sin saber qué hacer; sales del baño, dejando la luz apagada y la puerta entornada para que el engendro tenga algo de intimidad. Decides preparar la cena para aprovechar el tiempo y pensar en qué hacer si la criatura sigue ahí más tarde, cuando vayas a ducharte.
En agosto de 2019, el Gobierno de Murcia -formado por el PP, Ciudadanos con el apoyo de Vox- publicó unas instrucciones que obligan a los centros de su región a informar sobre las actividades complementarias que iban a organizar, los contenidos, la duración y las personas que las iban a impartir. Exigió a las escuelas e institutos que se lo transmitieran a los padres para que dieran su conformidad o no. Es lo conocido como veto parental.
Los monstruos, al parecer, eran reales.
Fernando Prado.
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