Después de meses metidos en las casas y en los pisos, prácticamente toda la primavera del 2020, poco a poco se nos ha permitido salir, según los criterios sanitarios. Es curioso lo que cada quién hace con su libertad. Lo que hacemos nos define.
Unas optaron por salir corriendo a la calle para hacer lo de siempre, sin haber reflexionado un ápice del por qué ha pasado esto y la responsabilidad que tenemos en ello, otras repartieron los «tequieros» que tenían pendientes. Otras han salido a protestarle al de enfrente sus propias miserias. Hubo quienes fueron precavidas, y vivieron su repuesta libertad «a modiño» como dicen aquí.
Durante estos días con restricciones de movilidad, los pájaros reconquistaron aquello que les arrebatamos, los insectos también, en las juntas de las baldosas comenzaron a crecer todas las hierbas que el viento sembró, las florecillas silvestres habitaron cada recuncho cedido por nosotras, las telarañas con sus arañas ocuparon esquinas, resquicios y rincones, los gatos callejeros se convirtieron en gatos de monte. Los parques, bosques urbanos y jardines se llenaron de hierbas de todos los tamaños, formas y colores, flores que en otros tiempos crecían tímidas ahora eran multitud. Apenas había basura, apenas había ruido, apenas había gente.
Viendo y disfrutando de lo silvestre, leí que en Valencia, el vicealcalde y concejal de Ecología Urbana, Sergi Campillo decía que «Ahora es un buen momento para cambiar el paradigma de la jardinería urbana y avanzar hacia jardines más naturales que son igual de bonitos y con los que fomentamos la biodiversidad» además de que incentivarán más zonas «asilvestradas» por toda la ciudad.
Pero tenía que pasar, aquello que nos condujo aquí, solo estaba guardado, no había cambiado en nada, en cuanto le fuera posible volvería a salir. Al mismo tiempo que los aplausos de las 8 horas fueron enmudeciendo, volvió la gente a la calle, su basura, con más basura de guantes, colillas y mascarillas desechables en el suelo. También salió el alcalde petardo e irreflexivo que tenemos pidiendo el civismo que él nunca ha tenido, promoviendo construir las mismas estupideces que siempre ha construido, con hormigón y fuentes y piscinas y artificios que le roban terreno a la naturaleza.
La primavera y nuestra ausencia nos trajeron la vida silvestre a las calles, a los parques, a los bosques, dos meses de reconquista, aniquilados en un puñado de días por los jardineros del Concello y las pisadas de todo un pueblo desconfinado.
Lo primero que hicieron con la libertad, fue mandar a cortar la hierba, nuestros actos nos definen.
Augusto Metztli.
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Dice mucho de nosotros el uso que hacemos de nuestra libertad.
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He leído ávida, esperando un cambio de actitud en los liberados, en los gobiernos…me ha fascinado tu relato y el suspenso que has creado. Nos definen nuestr@s pasos. Así bien dices. Gracias Augusto, bienvenido al afuera. No olvidemos! Te dejo un Abrazo!
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