Para concluir con el confinamiento, y «convivir» con el Covid, las autoridades sanitarias nos pidieron cosas muy sencillas por hacer, un pequeño esfuerzo que a cambio protegería la salud y la vida de los colectivos más vulnerables, como las y los mayores de 65 años o gente con enfermedades autoinmunes. Las indicaciones fueron: Todas las personas mayores de 6 años de edad deben usar la mascarilla prácticamente todo el tiempo fuera de casa, en la calle, en lugares públicos, en el trabajo, en los lugares cerrados; mantener la distancia de 1,5 ó 2 metros entre nosotrxs; evitar el contacto físico; no salir de casa si tenemos algún síntoma de enfermedad; ser escrupulosos con el lavado de manos y desinfectarnos las manos en negocios, locales y espacios que así nos lo indiquen.
Nunca me imaginé que los jóvenes, fueran los que harían caso omiso de las indicaciones, pensé que serían solidarios, considerados y empáticos, pero no fue así. En cuanto pudieron salir y convivir con sus colegas, decidieron hacerlo como siempre, como si no existiera el Coronavirus, como si no hubieran pasado tres meses encerrados. Hedonistas, para los que no hay más verdad que «hacer lo que les dé la gana», disfrutar sin miramientos, disfrutar sin cuidado, ni consideraciones con las y los mayores, ni con las y los más vulnerables, ni con la naturaleza.
Los ves juntos, abrazados, hablando gritándose lxs unxs a lxs otrxs, en grupo, siendo muchos, muchísimos, juntos, muy juntos, sin mascarillas, sin condiciones, sin higiene (pos Covid), divirtiéndose como antes, cuando el antes ya no existe. Cuando el antes contagió a mucha gente, cuando el antes mató a otros tantos vulnerables.
Que siga la fiesta, que la empatía es para aburridos y fracasados.
Augusto Metztli.
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