No soy tu cuate y no traigo tomates

Cuando llegué a Galicia y me presentaba con la gente de aquí, al mencionar que venía de México, era frecuente escuchar «De México, ándale cuate, aquí hay tomate» o «Cuate aquí hay tomate» y lo decían haciendo voz de supuesto mexicano.

No entendía a qué se referían, o por qué todos decían lo mismo, suponía que era un chiste o algo así. Resulta que «Cuate aquí hay tomate» es una frase publicitaria de la conservera Orlando, que se popularizó en la década del 80 con dibujos animados emitidos en la televisión. Se ve una fiesta, con muchos mexicanos y mexicanas esterotipadas, comiendo en una plaza de pueblo (así como se las imaginan los que no las conocen) y todas las y los comensales de las mesas están muy tristes porque no hay salsa de Orlando para acompañar la comida, solo en la última mesa sonríen porque tienen una lata de tomate frito Orlando. Es entonces cuando dicen: «Cuate aquí hay tomate» y un grupo de semimariachis lo celebra.

La palabra «cuate» viene del náhuatl «Coatl» que es serpiente, así se indicaba el día de nacimiento de los mellizos, por eso los y las mexicanas actuales nos referimos como cuates o cuatas a las y los mellizos, también le decimos así a nuestros mejores amigas o amigos, es decir, no aplica a todxs, es un adjetivo especial.

La palabra «tomate» viene del náhuatl «tomatl» y es un genérico, así se le llamaba a todas la variedades que había de ese fruto, en particular el que usa Orlando para hacer su «tomate frito» se le llamaba «xictomatl» al que ahora le llamamos «jitomate» que significa «ombligo gordo de agua». Así que ni hay tomate, ni soy tu cuate. Ni los mexicanos o mexicanas nos vestimos así, ni celebramos así, ni las plazas son así, y tampoco comemos de manera genérica o habitual ese tipo de fritura de jitomate de Orlando. El jitomate o el tomatillo lo utilizamos para hacer salsas mucho más complejas que acompañan a recetas más complejas aún y muy sabrosas.

En todos los países con pasado colonialista y de sometimiento a otros, hay publicidad y productos que en sus marcas e identidad corporativa, utilizan la burla y el estereotipo de colectivos, razas o nacionalidades distintas al del lugar de origen de la mercancía en cuestión. Como las chocolatinas de Lacasa, llamadas «Conguitos» del Congo pequeñito con su estereotipada y burlona «Blackface» o la famosa canción racista del Colacao, ambas con un pasado de explotación, sufrimiento y esclavismo, o absurdos como el de Orlando. En estos tiempos nuevos yo espero que hagan un importante ejercicio de reflexión y rectifiquen y corrijan todo ese dolor que se oculta en su «simpática e inocente publicidad».

A fuerza de escuchar «tomate» por aquí «tomate» por allá, acabé llamándole así también. Ahora intentaré volver al «jitomate», como siempre lo hice.

Augusto Metztli.

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