Olfato

Después del café de cada mañana salimos a la calle dispuestos a enfrentarnos a una realidad que ya nos ha sobrepasado, pues el mundo que conocíamos ha cambiado drasticamente a pesar de nuestro empeño obcecado por hacer ver que todo sigue igual. La negación es la nueva realidad -o nueva normalidad, como dirían los expertos en lo que sea-. Cuesta desprendernos de las cosas, pero los desprendimientos son necesarios para que los cambios sean efectivos. Esta vez, tengamos la voluntad o no de cambiar, la realidad ya nos ha ganado la partida.

Avanzamos en un movimiento perpetuo hacia ninguna parte como barcos a la deriva. Quizás debamos elevarnos como los buitres, volar en círculos y esperar hasta que las corrientes ascendentes de aire caliente nos hagan llegar el olor de la carne putrefacta bajo el sol inclemente; pero antes habrá que desarrollar un sentido del olfato óptimo que nos permita la supervivencia. En eso estamos, de una u otra forma, buscando carroña para subsistir en medio del caos.

El mundo continúa estando lleno de belleza, una belleza que siempre ha estado allí y que en muchos casos nos ha pasado desapercibida por culpa de la estúpida inercia en la que estamos atrapados. Es difícil bajarse de un tren en marcha sin hacerse daño. La busco, la contemplo, me abruma. A ella me aferro para no acabar devorándome; y al amor.

Debería ser simple.

Fernando Prado.

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