Gerda Taro

Hace poco apareció su foto en el hospital del Escorial y quedé obsesa por dos semanas. No pude parar de leer sobre Gerda, incluso me llevé a mi familia de excursión en busca de aquella carretera donde fue atropellada.

A veces se falta a la verdad ofendiendo a las muertas cuyas historias pretenden algunas personas restituir. En el caso de Gerda y Endre, no me parece muy justo decir que él se apropió de las imágenes como muchas veces he leído.

Gerda, que había trabajado como secretaria en la Agencia Francesa, se dio cuenta que bajo sus propias identidades, dos jóvenes comunistas del este, de origen judío, no iban a vender una foto. Ella se inventó la figura del “famoso fotógrafo americano Robert Capa” para poder vender sus fotografías haciéndose pasar ambos por sus representantes en Europa. En un mundo sin google es fácil mantener estas farsas y funcionó ¡Vendían su trabajo!

Mientras que trabajaron los dos bajo esa firma no hicieron distinción en su trabajo. Eran un solo creador. Iban juntos, lo preparaban juntos, se intercambiaban los equipos. La autoría de toda esa época debiera respetarse compartida. Todas las fotos de esa época debieran exponerse con sus nombres reales detrás del famoso nombre.

Gerda cuando muere baja a España sola, 7 días antes de su 27 cumpleaños. Endre le había pedido matrimonio, pero estas mujeres de esa época tan extraordinarias sabían que el matrimonio suponía quedar a la sombra y le rechazó.

Endre le había rogado que no volviera a España, que el conflicto estaba muy feo, a él le habían contratado para cubrir la guerra en China. Habían quedado en París para celebrar el cumpleaños de Gerda.

Ella tenía claro que tenía que volver, por sus convicciones, sabía que la victoria fascista estaba próxima si no se apoyaba al bando republicano desde fuera.

Además ella estaba cabreada porque, mientras firmaron como Capa juntos, en su entorno daban por supuesto que las fotos eran de Endre. Cuando desvelaron la identidad, ella le cedió el nombre y empezó a vender como Taro Photo (Taro es otro seudónimo). Estoy segura que quería demostrar que no necesitaba a un hombre a su lado.

A mí ella, en sus pocos años que nos demostró su valía, me gusta más que él, por limpieza de cuadro, por fijarse en las pequeñas cosas, en las mujeres, en los niños, el contexto. Pero murió en una guerra fratricida, en una de las más absurdas de las batallas, y no pudo seguir demostrando al mundo lo grande que era como fotógrafa.

Endre le sobrevivió 17 años, 17 años donde nunca olvidó a Gerda y su muerte.

Durante ese tiempo no paró de cubrir conflictos y co/fundó la agencia Magnum, seguramente sabiendo mejor que nadie del poder de la “firma” para la distribución de los trabajos.

En su famosa frase “no es suficientemente buena es porque no estabas suficientemente cerca” estoy segura que estuvo siempre presente Gerda, “la rubia valiente” que la llamaban las tropas republicanas, y eso le tenía obsesionado hasta su propia muerte en Vietnam tras pisar una mina.

Pocas veces se cuenta que parte de la gran fama de este fotógrafo conocido como Robert Capa era Gerda, que sin ella ni hubiera existido nunca Robert Capa y no se cuenta no por Endre, que nunca lo negó, si no porque las fotos y los archivos los gestionó el hermano de Endre que sí se apropió incluso del apellido ficticio.

Cornell Capa y toda la agencia Magnum, por una cuestión de cotización y puro mercadeo, nunca quisieron que Gerda pudiera hacer sombra a Endre. Creo que directamente no le dieron ninguna importancia. La misoginia del sistema es mucho más compleja que hombres con nombres y apellidos. Simplemente promocionó a su hermano, la leyenda, el muerto en otra guerra absurda (¿cuál no lo es?) y mucho más cercana a la opinión pública americana, que es la que ha escrito principalmente la historia de esta disciplina. El mecanismo de borrado de las mujeres de la historia una vez más se hizo efectivo. La organización que fundó Cornell guarda todo lo que se conserva de ella también.

Poco a poco se reconoce toda la historia completa. El descubrimiento en 2007 de la ya famosa “Maleta mexicana” le dio oxígeno a todas las historiadoras especialistas en Gerda. Gracias a que en la maleta están “firmados” los carretes durante la época que vendían bajo la misma firma, se están llegando a muchas conclusiones de quién hizo qué fotos, incluso se duda de quién disparó la famosa “muerte del miliciano”.

En este caso no es necesario decir que él se apropió, como hicieron otros, en toda la historia del arte. Podemos subir a Gerda en el lugar que se merece de la historia sin tener que bajar a Endre de ningún sitio.

Gerda Taro murió un 26 de Julio de 1937 en la guerra que perdieron las libres pensadoras y que fue la antesala del nacionalismo conservador que inundó el mundo.

Recordar para no volver.

Texto: Elena González Torres.

Ilustración: Augusto Metztli.

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