Buena Vista Social Club y su Candela

Mi mamá se fue a vivir una temporada a Chicago con su hermana Pati. Estuvo poco más de seis meses allá. Cuando iba a volver me preguntó si quería algo, le pedí unos walkman, acababa de entrar a la facultad de arquitectura, y el camino era muy largo, así que me apetecía hacerlo escuchando música. Efectivamente me los trajo, junto a un montón de fotos hechas por ella misma de los edificios más emblemáticos de Chicago y un libro que contenía la mítica Robie House de Frank Lloyd Right en cartón para armar.

En 1998 Juan de Marcos González y el visionario Ry Cooder acababan de publicar el disco Buena Vista Social Club y el documental del mismo nombre. Carlos Vázquez, mi amigo y proveedor oficial de música, me lo grabó en un casete. Entonces tomaba al trolebús a unas calles del Mercado San Juan de Dios en Guadalajara. La última parada era la Barranca de Huentitán, ahí estaba la facultad de arquitectura, por eso al subir a la ruta 600, podías dormir de pie o sentado, lo mismo daba, pues casi todos íbamos hasta el final de la ruta. Le daba play a la casetera de mis walkman y comenzaba la mítica Chan Chan, los tambores se escuchaban poderosísimos… «El cariño que te tengo, no te lo puedo negar…» El son cubano me resultaba familiar gracias a mi abuela y abuelo maternos, ya que las cantaban y tocaban en el piano. Pero lo que hicieron en el disco de Buena Vista Social Club fue actualizarlo, aquello que llevaba décadas descansando, lo ordenaron, lo pulieron, y lo convirtieron en uno de los discos más maravillosos que hay. Después de eso, aquellas leyendas del son cubano recorrieron el mundo entero de concierto en concierto, siendo valorados y publicando discos en solitario o en duetos. Algunos de ellos también los tengo.

La picardía, la habilidad, el ritmo, la sensibilidad y el enorme talento que tienen, se respira a lo largo de todo el documental. Yo desde que lo vi, recuerdo una anécdota de Ibrahim Ferrer, cuando cuenta que Ry Cooder fue a buscarlo a su casa para decirle que grabara un nuevo disco, él acepta, pero pide un tiempo para lavarse la cara y arreglarse, así que lo citaron en el estudio el Egrem. Ahí, al entrar, se encuentra con Compay Segundo, con Rubén González en el piano y con el guitarrista Eliades Ochoa, y cuando él le ve, comienza a tocar tin tirín, tirín, tirín, que es un número que se llama «Candela», entonces Ibrahim comienza a cantar: «Puso un baile un jutía, para una gran diversión. De timbalero un ratón, que alegraba el campo un día. Un gato también venía, elegante y placentero. Buenas noches, compañero, siempre dijo así el timbal para alguien aquí poder tocar…» desde luego lo incluyeron en el disco.

Cuando Ry Cooder comenta que agradece haber encontrado a Ibrahim y haberle grabado de nuevo, él le responde: «A ese señor que está ahí (señalando al cielo), le pido tiempo para disfrutar de un poquitico de todo esto». Parece que sí le hizo caso.

Augusto Metztli.

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