El niño que pintó lo que veía desde su ventana

Después de meses confinados o medio confinados, comenzamos con las clases de pintura, relativamente «como siempre», con prácticamente las mismas alumnas y alumnos que teníamos en marzo, y con algunas nuevas más. Redujimos talleristas por grupo, aumentamos la ventilación y añadimos más tiempo entre clase y clase para poder limpiar todo con mucho cuidado.

El primer día, una de ellas se detiene en la puerta de entrada al taller y dice: «¿Aquí cómo hay qué hacerle?», se refería a si se ponía ella el gel, si se lo poníamos nosotros, si podía pasar, si había qué hacer algo en especial. Los niños y las niñas han asimilado el confinamiento, las restricciones, y «la nueva normalidad» con una conciencia asombrosa, con naturalidad, con una habilidad de adaptación que me ha conmovido. Llevan la mascarilla como una prenda más. Cuando no preguntaban si podían salir al balcón y quitársela en caso de agobiarse, yo directamente les indicaba que lo podían hacer. Apenas han ido, están muy acostumbrados.

Una de ellas vive en frente del estudio y le dijo a la otra: «Mira, en esa azotea que se ve desde aquí, salíamos a que nos diera el sol y a jugar». A lo que su compañera contestó «¡Oh qué bien!» pues ella se lo había pasado en un piso. Días después estaban jugando ahí las dos, en ese lugar que fue la salvación de una y que la otra disfrutó por ser un sitio especial. Ahora ambas conocen el valor de correr en un parque, de ver el cielo y sentir el aire en un espacio exterior.

Uno de los alumnos terminó su cuadro que había dejado pendiente en marzo. A la siguiente clase, para comenzar un nuevo cuadro, me dijo: «Oye, traje de casa lo que quiero pintar». Me mostró una impresión a color del tamaño de un folio A4, era la vista que hay desde su ventana, era lo que veía todos los días de confinamiento, cuando salían a las 8 de la noche para aplaudir a los y las sanitarias, darse apoyo de balcón a balcón y escuchar un poco de música de un DJ espontáneo del edificio de enfrente.

Quiere pintar lo que veía desde su ventana. Ellos y ellas, niños y niñas, uno de los colectivos vilipendiados de esta pandemia y adultocracia, con sus actos, repito, con sus actos, nos dicen: No sabemos como acabará esto, pero sí sabemos cómo queremos vivirlo.

Gracias.

Augusto Metztli.

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