Café colombiano, terciopelo mexicano, abrazo latinoamericano.

Una o dos veces por semana, al comprar el pan en la panadería de costumbre, nos atiende Angie, una joven colombiana de Bucaramanga. Gracias a la frecuencia de verla hemos podido hablar mucho. Finalmente ella y yo somos inmigrantes aquí en Galicia.

Gracias a esas charlas me he dado cuenta que la gente de Colombia y de México tenemos mucho en común. Ya lo sospechaba porque Andrea y Héctor de Aterciopelados suelen decirlo, e incluso en una canción de su disco Reluciante y Rechinante, titulada «Re» dedicada a Café Tacvba y al pueblo mexicano en general acaban hermanándonos.

Somos igual de golosos, nos encantan los dulces dulces. Que no es lo mismo que algo solo dulce. Somos empalagosísimos. Preferimos el calor y cuando llueve pensamos que se caerá el cielo. Tenemos una relación con la naturaleza anímica, algo de las deidades antiguas se nos revela en los árboles y el agua. Nos gustan las rancheras y las cumbias… bueno, creo que eso le pasa a todo el mundo. Hablamos suave y nuestra piel morenea con facilidad.

También tenemos en común pasado y presente de narcotráfico, de gobiernos corruptos, violentos y cómplices de los saqueos, desplazamientos que la violencia enquistada provoca. En ambos países, mientras más clara es la piel, más poder se tiene.

Cada cierto tiempo, aquellos que deben administar lo de todas, aquellos que deben de cuidar al pueblo, aquellos a los que se les confía el mundo cercano, les ciega la avaricia, corrompen, destruyen y violentan.

Lo que sucede ahora en Colombia, es consecuencia, es el curso común del saqueo sistemático, del machismo insitucional, del capitalismo voraz, del desprecio a la naturaleza y del neoliberalismo en las urnas. Si lo que roban no es suficiente, que el pueblo pague más, para que se pueda robar más. Y si al robado no le gusta y se revela, lo violentan, porque el fuego les pertenece, es tan miserable que al que le confías el país, mande matar a su propio pueblo. Es la misma larga noche de los 500 años de la que habló el subcomandante Marcos hace 27 años, seguimos sin despertar de ella.

El pan favorito de Angie es la empanada de guayaba y queso, a mí también me gusta mucho. Ambos echamos de menos las guayabas, aquí hace mucho frío para que crezcan, no hay guayabas pero hay paz, la misma que nos gustaría que hubiera en donde nacimos.

Texto: Augusto Metztli.

Ilustración: Marthazul.

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