
En otoño del 2007 nos invitaron a presentar la Revista Casiopea al Museo de Hacienda de la ciudad de México, fue todo muy repentino, y no teníamos dinero para acudir a la cita. Así que la Secretaría de Cultura del Gobierno del Estado de Jalisco (gracias a la gestión de Santiago Baeza) nos pagó el transporte. Fuimos Ramsés Figueroa y yo, llegamos a la Central del Norte y esperamos a que abriera el metro para desplazarnos al Centro Histórico. Bajamos en la estación frente al hotel Fontan y caminamos por la bellísima «Alameda», estábamos muy cansados del viaje, nos sentamos en uno de los bancos y nos pusimos a mirar los edificios de enfrente.
Ahí con la ciudad despertando, el aire fresco y el cielo eternamente brumoso, aquellos edificios vacíos parecían los Quinametzin, los gigantes que según la mitologia mexica precedieron a la humanidad. Hay uno que me resulta especialmente nostálgico, y que puedes ver desde cualquier sitio a la redonda, es la «Torre Latinoamericana», en su día uno de los edificios más altos del mundo, el primer edificio cubierto al completo de cristal, y de los primeros construidos con un sistema antisismos que aún se utiliza por todo el mundo.
Si caminas por la Alameda, ese edificio es un faro, la ves todo el tiempo. Esa zona es muy especial, por un lado el Palacio de Bellas Artes, muy cerca la librería Gandhi, a un costado la legendaria cafetería de los Azulejos, el cruce de peatones que lleva a la «Latino» es enorme, y cada transición del semáforo de verde a rojo, se concentran cientos de personas para cruzar de un lado a otro en una danza precisa reflejada en las alturas por la fachada de la Latinoamericana.
Al final nos levantamos del banco de la Alameda, buscamos un hotel muy modesto, descansamos un poco, por la noche presentamos la revista. Al terminar, salimos desde la Central del Norte de vuelta a Guadalajara, ocho horas después yo seguí a Tepic, que en ese entonces vivía ahí. Es curioso porque esa misma semana, tres días después hice esa misma ruta, por otros motivos… Fue cansado tanto viaje, pero hacerlos, lo valía.
En fin, que me acordé de ella porque está de aniversario número 65 y porque de una u otra forma siempre extraño México.
Augusto Metztli.
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