
Mientras estudiaba arquitectura, y poco antes de comenzar con el servicio social, me apeteció meterme a clases de guitarra en mi misma universidad, que eran los sábados y domingos por las mañanas. Solo pude ir un semestre y a trompicones, tuve que dejarlo. Estudiar arquitectura y trabajar, no es compatible con casi nada. Pero lo poco que aprendí me hizo mucha ilusión.
Con la nada que sabía pude tocar algunas canciones que me gustaban. Una de ellas era la poderosa «Aviéntame» del último disco de Caifanes. La letra es sencilla pero no necesita más. En general las letras de Caifanes, Jaguares o de Saúl Hernández ya como solista, suelen ser un poco sanguinarias y con la muerte salpicando por todos lados. Su estilo se me hace la reverberación de nuestro pasado Anawak. Así que «Aviéntame» sigue esa línea.
«Aviéntame…
Aviéntame hasta donde quieras
Y luego, ven a mirar cómo revivo»
Es un canto tormenta, huracán o relámpago, que me lleva una y otra vez a México, a las vicisitudes para todo. Allá la vida es dura, siempre lo ha sido. En ocasiones asfixia y en otras es tan brillante que conmueve. El día a día en las grandes ciudades, en el campo, en la sierra, en la tierra caliente, en las frías faldas de los volcanes, en las dos horas de metro o de trolebús, en la gigante burocracia, en la sanidad sin medicamentos, en el clasismo, en el enchufismo, en el narcotráfico, en la violencia multidireccional, eso es «Aviéntame».
«Aviéntame…
Aviéntame hasta donde quieras
Y luego, ven a mirar cómo no muero
Cómo aguanto…»
Hace poco encontré una versión de la canción muy reciente. Es un concierto pospandémico, con el público en sus coches y en streaming para el resto del mundo. Parece que sí, aguantamos.
Augusto Metztli.
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