
Siempre me he preguntado a qué se refieren los políticos cuando dicen “los españoles de bien”. Lo de “españoles” no lo tengo claro, al igual que muchas de las personas que habitamos en este territorio, pero el “de bien” me desconcierta porque, a estas alturas de la vida, no puedo definir qué es el bien o qué es el mal, ni qué está bien o qué está mal, ya que para mí eso sería entrar en absolutismos. Se me ocurre que decir “los españoles de bien” debe ser algo así como decir “la verdad tiene un solo camino”; la verdad, otra nebulosa. Pienso que aquellos que lo tienen tan claro y son capaces de separar el bien del mal -o la verdad de la mentira- como quien separa un pulpo de un ciervo viven más felices y hasta deben tener una mayor esperanza de vida, porque lo soy yo, estoy en un debate continuo del que difícilmente se pueden extraer conclusiones. Me imagino que eso es lo que acabará pasando con la mesa de diálogo en Catalunya y con el lío de las eléctricas. Todos sabemos que Catalunya no será un estado independiente al menos de aquí a trescientos años, al igual que sabemos que el PSOE carece de la valentía de soltar un sopapo con la mano abierta en la oreja a todos y cada uno de los mafiosos que nos roban sin cortarse ni un poquito y que encima tienen la insolencia de amenazar al Gobierno con parar las centrales nucleares, algo así como que “ahora me enfado y no respiro”. En esos delirios estamos.
Fernando Prado.
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