Piotr

Paco paseaba con su perro Piotr como hacía cada mañana siguiendo el sendero que conducía al lago. Hacía fresco, quizás más de lo habitual, y pensó que debía apurar el paso. Piotr, animado, le siguió el ritmo. El lago, así lo llamaban, en realidad no era más que una charca artificial que habían construido en el parque, cerca de una zona de picnic con mesas de madera. Allí se detuvieron los dos al borde del agua, para calentarse con los rayos oblicuos del sol que comenzaba a asomar detrás de las montañas. Piotr, por Tchaikovsky, el compositor, se sentó resignado. Paco acudía al lago con la esperanza de ver un cisne blanco, elegante, majestuoso y soberbio flotando con el cuello erguido sobre el agua turbia. Sabía que, más que improbable, era imposible que eso ocurriera, pero soñar le permitía seguir vivo; la esperanza de ver un cisne era en realidad la esperanza de que ocurriera algo en su vida, cualquier cosa, que rompiera con el tedio.

Paco estiró el cuello y sumergió la cabeza en el agua oscura, buscando en el fondo lodoso cualquier vestigio de cordura. Piotr, tirando ahora de la correa, observaba desde la orilla sin apartar la mirada del agua.

(Este texto forma parte de «Microrrelatos», de Fernando Prado)

Fernando Prado.

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