
La película de Amelie, titulada en su versión original como «Le fabuleux destin d’Amélie Poulain», cumple 20 años de haberse proyectado en salas de cine por primera vez. Estuve intentando recordar dónde la vi, seguro que fue en el cine, pero no sé si en uno comercial o en la entrañable sala de la Universidad de Guadalajara, llamada «Cine Foro». El detalle es importante, porque ir a ese cine yo lo percibía distinto, por el tipo de películas que poyectaban, ahí conocí a Almodovar, a Cronenberg, a Amenábar o a Julio Medem. Lamento no recordar el nombre de ninguna directora que haya visto en ese lugar. Para mí era lo mismo ir a ver una exposición en el Ex Convento del Carmen o en el Museo de las Artes de la Universidad, que ver una película en el Cine Foro. Eran momentos muy especiales, como cuando lees un libro que te gusta, mientras bebes café en una terraza en otoño.
Amelie me sorprendió desde el principio, con todos esos pequeños rituales de niña, simulando haberse grabado con una videocámara casera y con los colores intensos. Después contando de manera tan de tradición oral la vida de ella, enlazada con el resto de personajes, donde en cada presentación revelaban una «manía» y un placer de cada uno o una. Aunque la historia empieza en el vientre de la madre de Amelie, el episodio vital que se desarrolla a lo largo de la película es una historia de amor al uso entre la protagonista y un joven muy singular.
Es una película llena de magia, muy íntima, con una música super chula de Yan Tiersen y con una brillante y entrañable Audrey Tautou en el papel protagonista. Es de mis favoritas, me hace sonreír cada vez que la veo, y la he visto decenas de veces.
Lo de los colores saturados es algo que me sigue impresionando, cómo una película con esas tonalidades tan saturadas puede ser tan cálida sin dar mal rollo, creo que se encuentra en la frontera, a punto de que la vibración cromática te moleste, pero se queda en el camino, y solo te seduce y reconforta. No sé, es algo raro.
Siempre he pensado que nos ha influido mucho. Las siguientes dos décadas de trabajos visuales han bebido de ella.
Hace poco leí que Amelie sucede en un París sin gente negra, y que eso fue una de las polémicas en torno a ella. Yo creo que sí es un fallo grande. El director Jean-Pierre Jeunet explicó que no había sido premeditado, ni intencional, y en sus siguientes películas ha puesto especial atención en ello. Tengo pendiente volver a ver Amelie y comprobar, por mí mismo, la ausencia de gente racializada, y ver las películas posteriores donde lo remedia, pues de él solo vi una anterior llamada Delicatessen.
Recuerdo que una vez que la artista Elizabeth Ross estuvo en casa, nos había dicho que no había visto Amelie, por no sé qué motivos, pero algo tenía que ver con el furor que en su momento causó y porque sospechaba que podía ser una película muy cursi. Se la pusimos en el DVD y le gustó mucho. Le sorprendió, como a mí en su momento.
Una de las reivindicaciones que hace Amelie, es con un escritor que se autodefine como «fracasado», ella se lee uno de sus manuscritos rechazado por una editorial, y le recita un verso al revisor del tren. En una de las escenas finales, el escritor pasea por la calle y ve una de sus frases grafiteadas en la pared. Se siente feliz y sigue su camino dando saltos de alegría.
Amelie es pura bondad, creatividad, justicia elemental e inteligencia.
Augusto Metztli.
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