
El profesor de literatura de la secundaria (aquí instituto) donde estudié, llegó a clase y se encontró a dos de mis compañeros burlándose el uno del otro. Eran Felipe y Edson, uno moreno, con orejas grandes y el otro rubio, con una frente amplia. Edson le decía a Felipe que tenía las orejas tan grandes que si corría rápido, podía despegar como si fuera un avión, a lo que Felipe le respondía: » Sí, vuelo como avión, podría aterrizar en tu enorme frente». Todos y todas nos reíamos incluyendo el profesor, que los dejó seguir burlándose el uno del otro un poco más. Cuando a ambos se les acabaron las gracias para decirse, el profe nos explicó que les había permitido burlarse así, porque estaban uno frente al otro, en igualdad de condiciones, cada uno con derecho a réplica y no había nadie más implicado, además hacían uso del lenguaje de forma ingeniosa, así que en sí mismo era una clase de español en toda regla.
Sigo sin entender el motivo de que en las galas de premios, ya sea de cine como en los Oscar o de los Goya, o de teatro, o de televisión, o de música, las y los presentadores, o quienes entregarán tal o cuál premio, siempre deben recurrir a comentarios graciosos enlatados, a diálogos guionizados, pretendiendo ser ingeniosos y hacer reír. No recuerdo ninguno, de ninguna gala, no me han resultado significativos, solo relleno. Pero sí recuerdo los espontáneos, o los discursos de algún o alguna artista, al recibir uno de esos premios. Por ejemplo, Drexler que cantó la canción por la que ganó el Oscar. O cuando Meryl Streep se enfrentó a Trump. O el emblemático NO a la guerra. O el NO a la ley Wert. El alegato de la sanidad de Candela Peña y de la precariedad que viven algunos actores y actrices. Pero no recuerdo ningún chiste, ni gracia, solo dos. Cuando los directores de cine mexicanos fueron ganando Oscar consecutivos, año tras año a mejor director, Sean Penn a la tercera vez, dijo «¿Quién le dio la green card…?». Y la otra «gracia» es la del «cómico machista» al que Will Smith le ha dado la bofetada.
Si un presentador «cómico», como el machista de Chris Rock, se burla de los ahí presentes, no hay iguladad de condiciones, la gente va a la gala a recibir premios y a ver las actuaciones, pero no a que se burlen de ellos o de ellas, así que de entrada me parece injusto, porque no tienen derecho de réplica.
La libertad de expresión en todos los ámbitos, no la pongo en duda, incluyendo en la comedia. Pero si se ejerce de manera horizontal o en el espacio adecuado, no de arriba a bajo. Si yo pago por ver a gente como Chris Rock, vale, me atengo a las consecuencias, estoy ahí porque quiero y viviré su humor. Pero en algo como la entrega de unos premios, tener que aguantar a un pesado como ese señor, pues no.
Él primero ejerció la violencia machista verbal, con Penélope Cruz y con Jada Pinkett. Penélope Cruz le miró y negó con la cabeza como desaprobando su machismo, y Jada Pinkett, se quedó seria, con una expresión que podría interpretarse como trsiteza, enfado, enojo o impotencia, no le hizo gracia. El violentador asqueroso y machista fue Chris Rock. Es muy fácil, desde la tranquilidad, desde la frialdad de cabeza, y sin tener que enfretarnos a una situación así, decir que Will Smith hubiera podido actuar de otra forma. Pues sí claro, en la fantasía todo es posible. Todos y todas tenemos un machismo que deconstruir, una violencia que gestionar y un montón de cosas que mejorar o cambiar o aprender… Claro que no es la mejor opción repartir bofetadas por el mundo, ni burlarse de los demás, ni ser un asqueroso machista. Ahora mismo, una semana después, quién está pagando social y laboralmente las consecuencias de sus actos, es solo Will Smith. Violento y machista, sí claro, pero como Chris Rock y como todos.
Pero lo que más me ha soprendido de todo esto, es ver cómo estamos aquí opinando sobre algo tan frívolo como la gala de unos premios, que con el tiempo, cada vez me dan más pereza, y me resultan absurdos, como casi todo, donde hay corbatas implicadas.
Augusto Metztli.
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