
El día dura un instante. Apenas unos pocos minutos en los que el cielo nocturno se tiñe de fucsia antes de adoptar su color cerúleo, la luz oblicua del sol en ascenso atraviesa la atmósfera y proyecta largas sombras orientadas a poniente. Me hallo a un paso de la frontera difusa entre el ayer y el hoy, atado, atrapado en un territorio sin cartografiar, flotando como una incógnita sin descifrar, a la espera de que ocurra algo, lo que sea, que me permita continuar con una vida postergada.
El día dura un instante. Lo demás es relleno y deriva.
Fernando Prado.
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