
En el mundo de la música culta, o académica, o clásica -etiquetas soberbias y odiosas- existen artistas excepcionales e intérpretes únicos, sí; también artistas engreídos atrapados en sus propios personajes, petulantes, ególatras, depredadores. ¿Se puede admirar al artista y, al mismo tiempo, detestar a la persona?
Plácido Domingo fue denunciado en 2019 por Associated Press (AP) con los testimonios de 20 mujeres. Se supo entonces que había mantenido comportamientos inapropiados -acoso sexual, abuso de poder en el contexto laboral- en repetidas ocasiones durante más de treinta años. El tenor se defendió de dichas acusaciones argumentando que “se confunde el acoso con la galantería”.
Hace unos días su nombre apareció en la investigación judicial como presunto cliente de una secta de trata de personas. El artista, por supuesto, niega cualquier vínculo con la Escuela de Yoga de Buenos Aires.
Que Plácido Domingo fue un gran tenor es algo que no pongo en duda. Me pregunto si en algún momento, cuando se apagan las luces, se ve como un macho abyecto y decrépito.
Fernando Prado.
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